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CANTO DÉCIMO

acercándome á los mismos y hablándoles con dulces palabras:

548 «No permanezcáis acostados, disfrutando del dulce sueño. Partamos ya, pues la veneranda Circe me lo aconseja.»

550 »Así les dije; y su ánimo generoso se dejó persuadir. Mas ni de allí pude llevarme indemnes todos los compañeros. Un tal Elpénor, el más joven de todos, que ni era muy valiente en los combates, ni estaba muy en juicio, yendo á buscar la frescura después que se cargara de vino, habíase acostado separadamente de sus compañeros en la sagrada mansión de Circe; y al oir el vocerío y estrépito de los camaradas que empezaban á moverse, se levantó de súbito, olvidósele volver atrás á fin de bajar por la larga escalera, cayó desde el techo, se le rompieron las vértebras del cuello y su alma descendió al Orco.

561 »Cuando ya todos se hubieron reunido, les dije estas palabras: «Creéis sin duda que vamos á casa, á nuestra querida patria tierra; pues bien, Circe nos ha indicado que hemos de hacer un viaje á la morada de Plutón y de la veneranda Proserpina para consultar el alma del tebano Tiresias.»

566 »Así les hablé. Á todos se les quebraba el corazón y, sentándose allí mismo, lloraban y se mesaban los cabellos. Mas, ningún provecho sacaron de sus lamentaciones.

569 »Tan luego como nos encaminamos, afligidos, á la velera nave y á la orilla del mar, vertiendo copiosas lágrimas, acudió Circe y ató al obscuro bajel un carnero y una oveja negra. Y al hacerlo logró pasar inadvertida muy fácilmente, ¿pues quién podrá ver con sus propios ojos á una deidad que va ó viene, si á ella no le place?