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CANTO UNDÉCIMO

344 «¡Amigos! Nada nos ha dicho la sensata reina que no sea á propósito y conveniente. Obedecedla, pues; aunque Alcínoo es quien puede, con sus palabras y obras, dar el ejemplo.»

347 Alcínoo le contestó de esta manera: «Se cumplirá lo que decís en cuanto yo viva y reine sobre los feacios, amantes de manejar los remos. El huésped, mas que esté deseoso de volver á su patria, resígnese á permanecer aquí hasta mañana, á fin de que le prepare todos los regalos. Y de su partida se cuidarán todos los varones y principalmente yo, cuyo es el mando en este pueblo.»

354 El ingenioso Ulises respondióle diciendo: «¡Rey Alcínoo, el más esclarecido de todos los ciudadanos! Si me mandarais permanecer aquí un año entero y durante el mismo dispusierais mi vuelta y me hicierais espléndidos presentes, me quedaría de muy buena gana; pues fuera mejor llegar á la patria con las manos llenas y verme así más honrado y querido de cuantos hombres presenciasen mi tornada á Ítaca.»

362 Entonces Alcínoo le contestó, hablándole de esta guisa: «¡Oh Ulises! Al verte no sospechamos que seas un impostor ni un embustero, como otros muchos que cría la obscura tierra; los cuales, dispersos por doquier, forjan mentiras que nadie lograra descubrir: tú das belleza á las palabras, tienes excelente ingenio é hiciste la narración con tanta habilidad como un aedo, contándonos los deplorables trabajos de todos los argivos y de ti mismo. Mas, ea, habla y dime sinceramente si viste á algunos de los deiformes amigos que te acompañaron á Ilión y allí recibieron la fatal muerte. La noche es muy larga, inmensa, y aún no llegó la hora de recogerse en el palacio. Cuéntame, pues, esas hazañas admirables; que yo me quedaría hasta la divinal aurora, si te decidieras á referirme en esta sala tus desventuras.»

377 Respondióle el ingenioso Ulises: «¡Rey Alcínoo, el más esclarecido de todos los ciudadanos! Hay horas oportunas para largos relatos y horas destinadas al sueño; mas si tienes todavía voluntad de escucharme, no me niego á referirte otros hechos aún más miserandos: los infortunios de mis compañeros que, después de haber escapado de la luctuosa guerra de los teucros, murieron al volver á su patria porque así lo quiso una mujer perversa.

385 »Después que la casta Proserpina hubo dispersado acá y allá las almas de las mujeres, presentóse muy angustiada la de Agamenón Atrida; á cuyo alrededor se congregaban las de cuantos en la mansión de Egisto perecieron con el héroe, cumpliendo su destino.