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CANTO UNDÉCIMO

construyó aquel tahalí, hubiera podido hacer otro igual. Reconocióme Hércules, apenas me vió con sus ojos, y lamentándose me dijo estas aladas palabras:

617 «¡Laertíada, de jovial linaje! ¡Ulises, fecundo en recursos! ¡Ah mísero! Sin duda te persigue algún hado funesto, como el que yo sufría mientras me alumbraban los rayos del sol. Aunque era hijo de Júpiter Saturnio, hube de padecer males sin cuento por encontrarme sometido á un hombre muy inferior que me ordenaba penosos trabajos. Una vez me envió aquí para que sacara el can, figurándose que ningún otro trabajo sería más difícil; y yo me lo llevé y lo saqué del Orco, guiado por Mercurio y por Minerva, la de los brillantes ojos.»

627 »Cuando así hubo dicho, volvió á internarse en la morada de Plutón; y yo me quedé inmóvil, por si viniera algún héroe de los que murieron anteriormente. Y hubiese visto á los hombres antiguos á quienes deseaba conocer (á Teseo y á Pirítoo, hijos gloriosos de las deidades); pero congregóse, antes que llegaran, un sinnúmero de difuntos con gritería inmensa y el pálido terror se apoderó de mí, temiendo que la ilustre Proserpina no me enviase del Orco la cabeza de la Gorgona, horrendo monstruo. Volví en seguida al bajel y ordené á mis compañeros que subieran al mismo y desatasen las amarras. Embarcáronse acto continuo y se sentaron en los bancos. Y la onda de la corriente llevaba nuestra embarcación por el río Océano, empujada al principio por el remo y más tarde por próspero viento.