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LA ODISEA

vacas. Inmediatamente el Sol, con el corazón airado, habló de esta guisa á los inmortales:

377 «¡Padre Júpiter, bienaventurados y sempiternos dioses! Castigad á los compañeros de Ulises Laertíada, pues, ensoberbeciéndose, han matado mis vacas; y yo me holgaba de verlas así al subir al estelífero cielo, como al tornar nuevamente del cielo á la tierra. Que si no se me diere la condigna compensación por estas vacas, descenderé á la morada de Plutón y alumbraré á los muertos.»

384 »Y Júpiter, que amontona las nubes, le respondió diciendo: «¡Oh Sol! Sigue alumbrando á los inmortales y á los mortales hombres que viven en la fértil tierra; pues yo despediré el ardiente rayo contra su velera nave, y la haré pedazos en el vinoso ponto.»

389 »Esto me lo refirió Calipso, la de hermosa cabellera, y afirmaba que se lo había oído contar á Mercurio, el mensajero.

391 »Llegado que hube á la nave y al mar, reprendí á mis compañeros—acercándome ora á éste, ora á aquél,—mas no pudimos hallar remedio alguno, porque ya las vacas estaban muertas. Pronto los dioses les mostraron varios prodigios: los cueros serpeaban, las carnes asadas y las crudas mugían en los asadores, y dejábanse oir voces como de vacas.

397 »Durante seis días mis fieles compañeros celebraron banquetes, para los cuales echaban mano á las mejores vacas del Sol; mas, así que Júpiter Saturnio nos trajo el séptimo día, cesó la violencia del vendaval que causaba la tempestad y nos embarcamos, lanzando la nave al vasto ponto después de izar el mástil y de descoger las blancas velas.

403 »Cuando hubimos dejado atrás aquella isla y ya no se divisaba tierra alguna, sino tan solamente el cielo y el mar, Júpiter colocó por cima de la cóncava nave una parda nube debajo de la cual se obscureció el ponto. No anduvo la embarcación largo rato, pues sopló en seguida el estridente Céfiro y, desencadenándose, produjo gran tempestad: un torbellino rompió los dos cables del mástil, que se vino hacia atrás, y todos los aparejos se juntaron en la sentina. El mástil, al caer en la popa, hirió la cabeza del piloto, aplastándole todos los huesos; cayó el piloto desde el tablado, como salta un buzo, y su alma generosa se separó de los miembros. Júpiter despidió un trueno y simultáneamente arrojó un rayo en nuestra nave: ésta se estremeció, al ser herida por el rayo de Júpiter, llenándose del olor del azufre; y mis hombres cayeron en el agua.