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CANTO DÉCIMOTERCIO

se llaman. Allí existen crateras y ánforas de piedra donde las abejas fabrican los panales. Allí pueden verse unos telares también de piedra, muy largos, donde tejen las ninfas mantos de color de púrpura. Allí el agua constantemente nace. Dos puertas tiene el antro: la una mira al Bóreas y es accesible á los hombres; la otra, situada frente al Noto, es más divina, pues por ella no entran los humanos, siendo el camino de los inmortales.

113 Á este sitio, que ya con anterioridad conocían, fueron á llegarse; y la embarcación andaba velozmente y varó en la playa, saliendo del agua hasta la mitad. ¡Tales eran los remeros por cuyas manos era conducida! Apenas hubieron saltado de la nave de hermosos bancos en tierra firme, comenzaron por sacar del cóncavo bajel á Ulises con la colcha espléndida y la tela de lino, y lo pusieron en la arena, entregado todavía al sueño; y seguidamente, desembarcando las riquezas que los feacios le habían dado al volver á su patria, gracias á la magnánima Minerva, las amontonaron todas al pie del olivo, algo apartadas del camino: no fuera que algún viandante se acercara á las mismas en tanto que Ulises dormía y le hurtara algo. Después de esto, volviéronse los feacios á su país. Pero Neptuno, que sacude la tierra, no olvidó las amenazas que desde un principio hiciera á Ulises, semejante á un dios, y quiso explorar la voluntad de Júpiter:

128 «¡Padre Júpiter! Ya no seré honrado nunca entre los inmortales dioses, puesto que no me honran en lo más mínimo ni tan siquiera los mortales, los feacios, que son de mi propia estirpe. No dejaba de figurarme que Ulises tornaría á su patria, aunque padeciendo multitud de infortunios, pues nunca le quité del todo que volviese por considerar que con tu asentimiento se lo habías prometido; mas los feacios, llevándole por el ponto en velera nave, lo han dejado en Ítaca, dormido, después de hacerle innumerables regalos: bronce, oro en abundancia, vestiduras tejidas, y tantas cosas como nunca sacara de Troya si volviese indemne y habiendo obtenido la parte que del botín le correspondiera.»

139 Respondióle Júpiter, que amontona las nubes: «¡Ah, poderoso dios que bates la tierra! ¡Qué dijiste! No te desprecian los dioses, que sería difícil herir con el desprecio al más antiguo y más ilustre. Pero si deja de honrarte alguno de los hombres, por confiar en sus fuerzas y en su poder, está en tu mano tomar venganza. Obra, pues, como quieras y á tu ánimo le agrade.»

146 Contestóle Neptuno, que sacude la tierra: «Ya hubiera obrado