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CANTO DÉCIMOCUARTO

nosotros que ha mucho tiempo que nos fatigamos por los cerdos de blanca dentadura y otros se comen impunemente el fruto de nuestros afanes.»

418 Diciendo así, cortó leña con el despiadado bronce, mientras los pastores introducían un gordísimo puerco de cinco años que dejaron junto al hogar; y el porquerizo no se olvidó de los inmortales, pues tenía buenos sentimientos: ofrecióles las primicias, arrojando en el fuego algunas cerdas de la cabeza del puerco de blanca dentadura, y pidió á todos los dioses que el prudente Ulises tornara á su casa. Después alzó el brazo y con un tronco de encina que dejara al cortar leña hirió al puerco, que cayó exánime. Ellos lo degollaron, lo chamuscaron y seguidamente lo partieron en pedazos. El porquerizo empezó por tomar una parte de cada miembro del animal, envolvió en pingüe grasa los trozos crudos y, polvoreándolos de blanca harina, los echó en el fuego. Dividieron lo restante en pedazos más chicos que espetaron en los asadores, los asaron cuidadosamente y, retirándolos del fuego, los colocaron todos juntos encima de la mesa. Levantóse á hacer partes el porquerizo, cuya mente tanto apreciaba la justicia, y, dividiendo los trozos, formó siete porciones: ofreció una á las Ninfas y á Mercurio, hijo de Maya, á quienes dirigió votos, y distribuyó las demás á los comensales, honrando á Ulises con el ancho lomo del puerco de blanca dentadura, cual obsequio alegróle el espíritu á su señor. En seguida el ingenioso Ulises le habló diciendo:

440 «¡Ojalá seas, oh Eumeo, tan caro al padre Júpiter como á mí mismo, pues, aun estando como estoy, me honras con excelentes dones!»

442 Y tú le respondiste así, porquerizo Eumeo: «Come, oh el más infortunado de los huéspedes, y disfruta de lo que tienes delante; pues la divinidad te dará esto y te rehusará aquello, según le plegue á su ánimo, puesto que es todopoderosa.»

446 Dijo, sacrificó las primicias á los sempiternos númenes y, libando el negro vino, puso la copa en manos de Ulises, asolador de ciudades, que junto á su porción estaba sentado. Repartióles el pan Mesaulio, á quien el porquerizo había adquirido por sí solo, en la ausencia de su amo y sin ayuda de su señora ni del anciano Laertes, comprándolo á unos tafios con sus propios bienes. Todos echaron mano á las viandas que tenían delante. Y así que hubieron satisfecho el deseo de comer y de beber, Mesaulio quitó el pan y ellos, hartos de pan y de carne, fuéronse sin dilación á la cama.