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CANTO DÉCIMOQUINTO

Jamás se padece hambre en aquel pueblo y ninguna dolencia aborrecible les sobreviene á los míseros mortales: cuando envejecen los hombres de una generación, preséntanse Apolo, que lleva arco de plata, y Diana, y los van matando con suaves flechas. Existen en la isla dos ciudades, que se han repartido todo el territorio, y en ambas reinaba mi padre, Ctesio Orménida, semejante á los inmortales.

415 »Allí vinieron unos fenicios, hombres ilustres en la navegación pero falaces, que traían innúmeros joyeles en su negra nave. Había entonces en casa de mi padre una mujer fenicia, hermosa, alta y diestra en irreprochables labores; y los astutos fenicios la sedujeron. Uno, que la encontró lavando, unióse con ella, junto á la cóncava nave, en amor y concúbito, lo cual les turba la razón á las débiles mujeres, aunque sean laboriosas. Preguntóle luego quién era y de dónde había venido; y la mujer, señalándole al punto la alta casa de mi padre, le respondió de esta guisa:

425 «Me jacto de haber nacido en Sidón, que abunda en bronce, y soy hija del opulento Aribante. Robáronme unos piratas tafios un día que tornaba del campo y, habiéndome traído aquí, me vendieron al amo de esa morada, quien les entregó un buen precio.»

430 »Díjole á su vez el hombre que con ella se había unido secretamente: «¿Querrías tornar á tu patria con nosotros, para ver la alta casa de tu padre y de tu madre y á ellos mismos? Pues aún viven y gozan fama de ricos.»

434 »La mujer le respondió con estas palabras: «Así lo hiciera si vosotros, oh navegantes, os obligaseis de buen grado y con juramento á conducirme sana y salva á mi patria.»

437 »Así les habló; y todos juraron, como se lo mandaba. Tan pronto como hubieron acabado de prestar el juramento, la mujer les dirigió nuevamente la palabra y les dijo:

440 «Silencio ahora, y ninguno de vuestros compañeros me hable si me encuentra en la calle ó en la fuente: no sea que vayan á decírselo al viejo, allá en su morada; y éste, poniéndose receloso, me ate con duras cadenas y maquine cómo exterminaros á vosotros. Guardad en vuestra mente lo convenido y apresurad la compra de las provisiones para el viaje. Y así que el bajel esté lleno de vituallas, penetre alguien en el palacio para anunciármelo; y traeré cuanto oro me venga á las manos. Encima de esto quisiera daros otra recompensa por mi pasaje: en la casa cúidome de un hijo de ese noble señor, y es tan despierto que ya corre conmigo fuera