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CANTO DÉCIMOSÉPTIMO

la comida por la ciudad que por los campos. Me dará el que quiera. Por mi edad ya no estoy para quedarme en la majada y obedecer á un amo en todas las cosas que me ordenare. Vete, pues; que á mí me acompañará ese hombre á quien se lo mandas, tan pronto como me caliente al fuego y venga el calor del día: no fuera que, hallándose en tan mal estado mis vestiduras, el frío de la mañana acabase conmigo, pues decís que la ciudad está lejos.»

26 Así se expresó. Salió Telémaco de la majada, andando á buen paso y maquinando males contra los pretendientes. Cuando llegó al cómodo palacio, arrimó su lanza á una alta columna y entróse más adentro, pasando el lapídeo umbral.

31 Vióle la primera de todas Euriclea, su nodriza, que se ocupaba en cubrir con pieles los labrados asientos, y corrió á encontrarle derramando lágrimas. Asimismo se juntaron á su alrededor las demás esclavas de Ulises, de ánimo paciente; y todas le abrazaron, besándole la cabeza y los hombros.

36 Salió de su estancia la discreta Penélope, que parecía Diana ó la dorada Venus; y, muy llorosa, echó los brazos sobre el hijo amado, besóle la cabeza y los lindos ojos, y dijo, sollozando, estas aladas palabras:

41 «¡Has vuelto, Telémaco, mi dulce luz! Ya no pensaba verte más desde que te fuiste en la nave á Pilos, ocultamente y contra mi deseo, en busca de noticias de tu padre. Mas, ea, relátame lo que hayas visto.»

45 Contestóle el prudente Telémaco: «¡Madre mía! Ya que me he salvado de una terrible muerte, no me incites á que llore, ni me conmuevas el corazón dentro del pecho; antes bien, torna con tus esclavas á lo alto de la casa, lávate, envuelve tu cuerpo en vestidos puros y haz voto de sacrificar á todos los dioses perfectas hecatombes, si Júpiter permite que tenga cumplimiento la venganza. Y yo, en tanto, iré al ágora para llamar á un huésped que se vino conmigo desde Pilos y lo envié con los compañeros iguales á los dioses, con orden de que Pireo llevándoselo á su morada, lo tratase con solícita amistad y lo honrara hasta que yo viniera.»

57 Así le dijo; y ninguna palabra voló de los labios de Penélope. Lavóse ésta, envolvió su cuerpo en vestidos puros, é hizo voto de sacrificar á todos los dioses perfectas hecatombes, si Júpiter permitía que tuviere cumplimiento la venganza.

61 Telémaco salió del palacio con su lanza en la mano y dos canes de ágiles pies que le siguieron. Y Minerva puso en él tal gracia divi-