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LA ODISEA

y del hado. Otra cosa te diré que pondrás en tu corazón: Si llego á conocer que cuanto me relatare es verdad, le entregaré un manto y una túnica, vestidos muy hermosos.»

551 Así se expresó; fuése el porquero al oirlo y, llegándose adonde estaba Ulises, le dijo estas aladas palabras:

553 «¡Padre huésped! Te llama la discreta Penélope, madre de Telémaco; pues, aunque afligida por los pesares, su ánimo la incita á hacerte algunas preguntas sobre su esposo. Y si llega á conocer que cuanto le relatares es cierto, te entregará un manto y una túnica, de que tienes gran falta; y en lo sucesivo mantendrás tu vientre yendo por el pueblo á pedir pan, pues te dará limosna el que quiera.»

560 Respondióle el paciente divinal Ulises: «¡Eumeo! Yo diría incontinenti la verdad de todas estas cosas á la hija de Icario, á la discreta Penélope, porque sé muy bien de su esposo y hemos sufrido igual infortunio; mas temo á la muchedumbre de los crueles pretendientes, cuya insolencia y orgullo llegan al férreo cielo. Ahora mismo, mientras andaba yo por la casa sin hacer mal á nadie, dióme este varón un doloroso golpe y no lo impidió Telémaco ni otro alguno. Así pues, exhorta á Penélope, aunque esté impaciente, á que aguarde en el palacio hasta la puesta del sol; é interrógueme entonces sobre su marido y el día que volverá, haciéndome sentar cerca del fuego, pues mis vestidos están en mísero estado como sabes tú muy bien por haber sido el primero á quien dirigí mis súplicas.»

574 Tal dijo. El porquero se fué en cuanto oyó estas palabras. Y ya repasaba el umbral, cuando Penélope le habló de esta manera:

576 «¿No lo traes, Eumeo? ¿Por qué se niega el vagamundo? ¿Siente hacia alguien un gran temor ó se avergüenza en el palacio por otros motivos? Malo es que un vagamundo peque de vergonzoso.»

579 Y tú le respondiste así, porquerizo Eumeo: «Habla razonablemente y dice lo que otro pensara en su caso, queriendo evitar la insolencia de varones tan soberbios. Te invita á que aguardes hasta la puesta del sol. Y será mucho mejor para ti, oh reina, que estés sola cuando le hables al huésped y escuches sus respuestas.»

285 Contestó la discreta Penélope: «No pensó neciamente el forastero, sea quien fuere; pues no hay en país alguno, entre los mortales hombres, quienes insulten de esta manera, maquinando inicuas acciones.»

589 Así habló. El divinal porquero se fué hacia la turba de los pretendientes, tan pronto como dijo á Penélope cuanto deseaba, y acto