Página:La Odisea (Luis Segalá y Estalella).pdf/268

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
268
LA ODISEA

467 Al tocar la vieja con la palma de la mano esta cicatriz, reconocióla y soltó el pie de Ulises: dió la pierna contra el caldero, resonó el bronce, inclinóse la vasija hacia atrás, y el agua se derramó en tierra. El gozo y el dolor invadieron simultáneamente el corazón de Euriclea, se le arrasaron los ojos de lágrimas y la voz sonora se le cortó. Mas luego tomó á Ulises de la barba y hablóle así:

474 «Tú eres ciertamente Ulises, hijo querido; y yo no te conocí, hasta que pude tocar todo mi señor con estas manos.»

476 Dijo; y volvió los ojos hacia Penélope, queriendo indicarle que tenía dentro de la casa á su marido. Mas ella no pudo notarlo ni advertirlo desde la parte opuesta, porque Minerva le distrajo el pensamiento. Ulises, tomando del pescuezo á la anciana con la mano derecha, con la otra la atrajo á sí y le dijo:

482 «¡Ama! ¿Por qué quieres perderme? Sí, tú me criaste á tus pechos, y ahora, después de pasar muchas fatigas, he llegado en el vigésimo año á la patria tierra. Mas, ya que lo entendiste y un dios lo sugirió á tu mente, calla y nadie lo sepa en el palacio. Lo que voy á decir llevárase á efecto. Si un dios hiciere sucumbir á mis manos los ilustres pretendientes, no te perdonaría á ti, á pesar de que fuiste mi ama, cuando matare á las demás esclavas en el palacio.»

491 Contestóle la prudente Euriclea: «¡Hijo mío! ¡Qué palabras se te escaparon del cerco de los dientes! Bien sabes que mi ánimo es firme é indomable, y guardaré el secreto como una sólida piedra ó como el hierro. Otra cosa quiero manifestarte que pondrás en tu corazón: Si un dios hace sucumbir á tus manos los ilustres pretendientes, te diré cuáles mujeres no te honran en el palacio y cuáles están sin culpa.»

499 Respondióle el ingenioso Ulises: «¡Ama! ¿Á qué nombrarlas? Ninguna necesidad tienes de hacerlo. Yo mismo las observaré para conocerlas una por una. Guarda silencio y confía en los dioses.»

503 Así dijo; y la vieja se fué por el palacio á buscar agua para lavarle los pies, porque la primera se había derramado toda. Después que lo hubo lavado y ungido con pingüe aceite, Ulises acercó nuevamente la silla al fuego, para calentarse, y cubrióse la cicatriz con los harapos. Entonces rompió el silencio la discreta Penélope, hablando de este modo:

509 «¡Huésped! Aún te haré algunas preguntas, muy pocas; que presto será hora de dormir plácidamente, para quien logre conciliar el dulce sueño aunque esté afligido. Á mí me ha dado algún dios un pesar inmenso, pues durante el día me complazco en llo-