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CANTO SEGUNDO

lozmente, batiendo las tupidas alas, miráronles á todos á la cabeza como presagio de muerte, desgarráronse con las uñas la cabeza y el cuello, y se lanzaron hacia la derecha por cima de las casas y á través de la ciudad. Quedáronse todos los presentes muy admirados de ver con sus propios ojos las susodichas aves, y meditaban en su espíritu qué fuera lo que tenía que suceder; cuando el anciano héroe Haliterses Mastórida, el único que se señalaba sobre los de su edad en conocer los augurios y explicar las cosas fatales, les arengó con benevolencia diciendo:

161 «Oíd, itacenses, lo que os voy á decir, aunque he de referirme de un modo especial á los pretendientes. Grande es el infortunio que á éstos les amenaza, porque Ulises no estará mucho tiempo alejado de los suyos, sino que ya quizás se halla cerca y les apareja á todos la muerte y el destino; y también les ha de venir daño á muchos de los que moran en Ítaca, que se ve de lejos. Antes de que así ocurra, pensemos cómo les haríamos cesar de sus demasías, ó cesen espontáneamente, que fuera lo más provechoso para ellos mismos. Pues no lo vaticino sin saberlo, sino muy enterado; y os aseguro que al héroe se le ha cumplido todo lo que yo le declarara, cuando los argivos se embarcaron para Ilión y fuése con ellos el ingenioso Ulises. Díjele entonces que, después de pasar muchos males y de perder sus compañeros, tornaría á su patria en el vigésimo año sin que nadie le conociera; y ahora todo se va cumpliendo.»

177 Respondióle Eurímaco, hijo de Pólibo: «¡Oh anciano! Vuelve á tu casa y adivínales á tus hijos lo que quieras, á fin de que en lo por venir no padezcan ningún daño; mas en estas cosas sé yo vaticinar harto mejor que tú mismo. Muchas aves se mueven debajo de los rayos del sol, pero no todas son agoreras; Ulises murió lejos de nosotros, y tú debieras haber perecido con él, y así no dirías tantos vaticinios ni incitarías al irritado Telémaco, esperando que mande algún presente á tu casa. Lo que ahora voy á decir se cumplirá: si tú, que conoces muchas cosas antiquísimas, engañares con tus palabras á ese hombre más mozo y le incitares á que permanezca airado, primeramente será mayor su aflicción pues no por las predicciones le será dable proceder de otra suerte; y á ti, oh anciano, te impondremos una multa para que te duela el pagarla y te cause grave pesar. Yo mismo, delante de todos vosotros, daré á Telémaco un consejo: ordene á su madre que torne á la casa paterna y allí le dispondrán las nupcias y le aparejarán una dote tan cuantiosa como debe llevar una hija amada. No creo que hasta entonces de-