Página:La Odisea (Luis Segalá y Estalella).pdf/290

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
290
LA ODISEA

285 Así dijo. Todos sintieron gran indignación, temiendo que armase el pulido arco. Y Antínoo le increpó, hablándole de esta manera:

288 «¡Oh, el más miserable de los huéspedes! Tú no tienes ni sombra de juicio. ¿No te basta estar sentado tranquilamente en el festín con nosotros, los ilustres, sin que se te prive de ninguna de las cosas del banquete, y escuchar nuestras palabras y conversaciones que no oye huésped ni mendigo alguno? Sin duda te trastorna el dulce vino, que suele perjudicar á quien lo bebe ávida y descomedidamente. El vino dañó al ínclito centauro Euritión cuando fué al país de los lapitas y se halló en el palacio del magnánimo Pirítoo. Tan luego como tuvo la razón ofuscada por el vino, enloqueciendo, llevó al cabo perversas acciones en la morada de Pirítoo; los héroes, poseídos de dolor, arrojáronse sobre él y, arrastrándolo hacia la puerta, le cortaron con el cruel bronce orejas y narices; y así se fué, con la inteligencia perturbada y sufriendo el castigo de su falta con ánimo demente. Tal origen tuvo la contienda de los centauros con los hombres; mas aquél fué quien primero se atrajo el infortunio por haberse llenado de vino. De semejante modo, te anuncio á ti una gran desgracia si llegares á tender el arco; pues no habrá quien te defienda en este pueblo, y pronto te enviaremos en negra nave al rey Équeto, plaga de todos los mortales, del cual no has de escapar sano y salvo. Bebe, pues, tranquilamente y no compitas con hombres que son más jóvenes.»

311 Entonces la discreta Penélope le habló diciendo: «¡Antínoo! No es decoroso ni justo que se ultraje á los huéspedes de Telémaco, sean cuales fueren los que vengan á este palacio. ¿Por ventura crees que si el huésped, confiando en sus manos y en su fuerza, tendiese el grande arco de Ulises, me llevaría á su casa para tenerme por mujer propia? Ni él mismo concibió en su pecho tal esperanza, ni por su causa ha de comer ninguno de vosotros con el ánimo triste; pues esto no se puede pensar razonablemente.»

320 Respondióle Eurímaco, hijo de Pólibo: «¡Hija de Icario! ¡Discreta Penélope! No creemos que éste se te haya de llevar, ni el pensarlo fuera razonable, pero nos da vergüenza el dicho de los hombres y de las mujeres; no sea que exclame algún aqueo peor que nosotros: «Hombres muy inferiores pretenden la esposa de un varón excelente y no pueden armar el pulido arco; mientras que un mendigo que llegó errante, tendiólo con facilidad é hizo pasar la flecha á través del hierro.» Así dirán, cubriéndonos de oprobio.»