Página:La Odisea (Luis Segalá y Estalella).pdf/314

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
314
LA ODISEA

248 «¡Mujer! Aún no hemos llegado al fin de todos los trabajos, pues falta otra empresa muy grande, larga y difícil, que he de llevar á cumplimiento. Así me lo vaticinó el alma de Tiresias el día que bajé á la morada de Plutón procurando la vuelta de mis compañeros y la mía propia. Mas, ea, mujer, vámonos á la cama para que, acostándonos, nos regalemos con el dulce sueño.»

256 Respondióle la discreta Penélope: «El lecho lo tendrás cuando á tu ánimo le plegue, ya que los dioses te hicieron tornar á tu casa bien construída y á tu patria tierra. Mas, puesto que pensaste en ese trabajo, por haberte sugerido su recuerdo alguna deidad, explícame en qué consiste; me figuro que más tarde lo he de saber y no será malo que me entere desde ahora.»

263 Respondióle el ingenioso Ulises: «¡Desdichada! ¿Por qué me incitas tanto, con tus súplicas, á que te lo explique? Voy á declarártelo sin omitir cosa alguna. No se alegrará tu ánimo de saberlo, como yo no me alegro tampoco, pues Tiresias me ordenó que recorriera muchas poblaciones, llevando en la mano un manejable remo, hasta llegar á aquellos hombres que nunca vieron el mar, ni comen manjares sazonados con sal, ni conocen las naves de encarnadas proas, ni tienen noticia de los manejables remos que son como las alas de los buques. Para ello me dió una señal muy manifiesta, que no te he de ocultar. Me mandó que, cuando encuentre otro caminante y me diga que llevo un aventador sobre el gallardo hombro, clave en tierra el manejable remo, haga al soberano Neptuno hermosos sacrificios de un carnero, un toro y un verraco, y vuelva á esta casa donde ofreceré sagradas hecatombes á los inmortales dioses que poseen el anchuroso cielo, á todos por su orden. Me vendrá más adelante y lejos del mar, una muy suave muerte, que me quitará la vida cuando ya esté abrumado por placentera vejez; y á mi alrededor los ciudadanos serán dichosos. Todas estas cosas aseguró Tiresias que habían de cumplirse.»

285 Repuso entonces la discreta Penélope: «Si los dioses te conceden una feliz senectud, aún puedes esperar que te librarás de los infortunios.»

288 Así éstos conversaban. Mientras tanto, Eurínome y el ama aparejaban el lecho con blandas ropas, alumbrándose con antorchas encendidas. En acabando de hacer la cama diligentemente, la vieja tornó al palacio para acostarse y Eurínome, la camarera, fué delante de aquéllos, con una antorcha en la mano, hasta que los condujo á la cámara nupcial, retirándose en seguida. Y entrambos consortes