Página:La Odisea (Luis Segalá y Estalella).pdf/32

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido validada
32
LA ODISEA

vino en ánforas y echó la harina en pellejos bien cosidos; y Telémaco volvió á subir y se juntó con los pretendientes.

382 Entonces Minerva, la deidad de los brillantes ojos, ordenó otra cosa. Tomó la figura de Telémaco, recorrió la ciudad, habló con distintos varones y les encargó que al anochecer se reunieran junto al barco. Pidió también una velera nave al hijo preclaro de Fronio, á Noemón, y éste se la cedió gustoso.

388 Púsose el sol y las tinieblas ocuparon todos los caminos. En aquel instante la diosa echó al mar la ligera embarcación y colocó en la misma cuantos aparejos llevan las naves de muchos bancos. Condújola después á una extremidad del puerto, juntáronse muchos y excelentes compañeros, y Minerva los alentó á todos.

393 Entonces Minerva, la deidad de los brillantes ojos, ordenó otra cosa. Fuése al palacio del divinal Ulises, infundióles á los pretendientes dulce sueño, les entorpeció la mente en tanto que bebían, é hizo que las copas les cayeran de las manos. Todos se apresuraron á irse por la ciudad y acostarse, pues no estuvieron mucho tiempo sentados desde que el sueño les cayó sobre los párpados. Y Minerva, la de los brillantes ojos, que había tomado la figura y la voz de Méntor, dijo á Telémaco después de llamarle afuera del cómodo palacio:

402 «¡Telémaco! Tus compañeros, de hermosas grebas, ya se han sentado en los bancos para remar, y sólo esperan tus órdenes. Vámonos y no tardemos en comenzar el viaje.»

405 Cuando así hubo hablado, Palas Minerva echó á andar aceleradamente, y Telémaco fué siguiendo las pisadas de la diosa. Llegaron á la nave y al mar, y hallaron en la orilla á los compañeros de larga cabellera. Y el esforzado y divinal Telémaco les habló diciendo:

Véase también «Venid, amigos, y traigamos los víveres; que ya están dispuestos y apartados en el palacio. Mi madre nada sabe, ni las criadas tampoco; á excepción de una, que es la única persona á quien se lo he dicho.»

413 Cuando así hubo hablado, se puso en camino y los demás le siguieron. En seguida se lo llevaron todo y lo cargaron en la nave de muchos bancos, como el amado hijo de Ulises lo ordenara. Acto continuo embarcóse Telémaco, precedido por Minerva que tomó asiento en la popa y él á su lado, mientras los compañeros quitaban las amarras y se acomodaban en los bancos. Minerva, la de los brillantes ojos, envióles próspero viento: el fuerte Céfiro, que resonaba por el vinoso ponto. Telémaco exhortó á sus compa-