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LA ODISEA

ñeros, mandándoles que aparejasen la jarcia, y su amonestación fué atendida. Izaron el mástil de abeto, lo metieron en el travesaño, lo ataron con sogas, y al instante descogieron la blanca vela con correas bien torcidas. Hinchió el viento la vela, y las purpúreas olas resonaban en torno de la quilla mientras la nave corría siguiendo su rumbo. Así que hubieron atado los aparejos á la veloz nave negra, levantaron crateras rebosantes de vino é hicieron libaciones á los sempiternos inmortales dioses y especialmente á la hija de Júpiter, la de los brillantes ojos. Y la nave continuó su rumbo toda la noche y la siguiente aurora.