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LA ODISEA

375 «¡Amigo! No temo que en lo sucesivo seas cobarde ni débil, ya que de tan joven te acompañan y guían los propios dioses. Pues esa deidad no es otra, de las que poseen olímpicas moradas, que la hija de Júpiter, la gloriosísima Tritogenia, la que también honraba á tu esforzado padre entre los argivos. Mas tú, oh reina, sénos propicia y danos gloria ilustre á mí, y á mis hijos, y á mi venerable consorte; y te sacrificaré una novilla añal de espaciosa frente, que jamás hombre alguno haya domado ni uncido al yugo, inmolándola en tu honor después de verter oro alrededor de sus cuernos.»

385 Tal fué su plegaria, que oyó Palas Minerva. Néstor, el caballero gerenio, se puso al frente de sus hijos y de sus yernos, y con ellos se encaminó al hermoso palacio. Tan presto como llegaron á la ínclita morada del rey, sentáronse por orden en sillas y sillones. De allí á poco mezclábales el viejo una cratera de dulce vino, el cual había estado once años en una tinaja que abrió la despensera; mezclábalo, pues, el anciano y, haciendo libaciones, rogaba fervientemente á la hija de Júpiter, que lleva la égida.

395 Hechas las libaciones y habiendo bebido todos cuanto les plugo, fueron á recogerse á sus respectivas casas; pero Néstor, el caballero gerenio, hizo que Telémaco, el caro hijo del divinal Ulises, se acostase allí, en torneado lecho, debajo del sonoro pórtico, y que á su lado durmiese el belicoso Pisístrato, caudillo de los hombres, que era en el palacio el único hijo que se conservaba mozo. Y Néstor durmió, á su vez, en el interior de la excelsa morada, donde se hallaba la cama en que su esposa, la reina, le aderezó el lecho.

404 Mas, apenas se descubrió la hija de la mañana, la Aurora de rosáceos dedos, levantóse de la cama Néstor, el caballero gerenio, y fué á tomar asiento en unas piedras muy pulidas, blancas, lustrosas por el aceite, que estaban ante el elevado portón y en ellas se sentaba anteriormente Neleo, consejero igual á los dioses; pero ya éste, vencido por la Parca, se hallaba en el Orco, y entonces quien ocupaba aquel sitio era Néstor, el caballero gerenio, el protector de los aquivos, cuya mano empuñaba el cetro. En torno suyo juntáronse los hijos, que iban saliendo de sus habitaciones—Equefrón, Estratio, Perseo, Areto, Trasimedes, igual á un dios, y el héroe Pisístrato que llegó el sexto,—y juntos acompañaron al deiforme Telémaco y le hicieron sentar cabe al anciano. Á la hora comenzó á decirles Néstor, el caballero gerenio:

418 «¡Hijos amados! Cumplid pronto mi deseo, para que sin tardar