Página:La Odisea (Luis Segalá y Estalella).pdf/58

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido validada
58
LA ODISEA

litoral, mientras mi corazón revolvía muchos propósitos. Apenas hube llegado á mi bajel y al mar, aparejamos la cena; vino en seguida la divinal noche y nos acostamos en la playa. Y, así que se descubrió la hija de la mañana, la Aurora de rosáceos dedos, me fuí á la orilla del mar, de anchos caminos, haciendo fervientes súplicas á los dioses; y me llevé los tres compañeros en quienes tenía más confianza para cualquier empresa.

435 »En tanto, la diosa, que se había sumergido en el vasto seno del mar, sacó cuatro pieles de focas recientemente desolladas; pues con ellas pensaba urdir la asechanza contra su padre. Y, habiendo cavado unos hoyos en la arena de la playa, nos aguardaba sentada. No bien llegamos, hizo que nos tendiéramos por orden dentro de los hoyos y nos echó encima sendas pieles de foca. Fué la tal asechanza molesta en extremo, pues el malísimo hedor de las focas, criadas en el mar, nos abrumaba terriblemente. ¿Quién podría acostarse junto á un monstruo marino? Pero ella nos salvó con idear un gran remedio: nos puso en las narices algo de ambrosía, la cual, despidiendo olor suave, quitó el hedor de aquellos monstruos. Toda la mañana estuvimos esperando con ánimo paciente; hasta que al fin las focas salieron juntas del mar y se tendieron por orden en la ribera. Era mediodía cuando vino del mar el anciano: halló las obesas focas, paseóse por entre las mismas y contó su número. La cuenta de los cetáceos la comenzó por nosotros, sin que en su corazón sospechase el engaño; y, luego, acostóse también. Entonces acometímosle con inmensa gritería y todos le echamos mano. No olvidó el viejo sus dolosos artificios: transfiguróse sucesivamente en melenudo león, en dragón, en pantera y en corpulento jabalí; después se nos convirtió en agua líquida y hasta en árbol de excelsa copa. Mas, como lo teníamos reciamente asido, con ánimo firme, aburrióse al cabo aquel astuto viejo y díjome de esta suerte:

462 «¡Hijo de Atreo! ¿Cuál de los dioses te aconsejó para que me asieras contra mi voluntad, armándome tal asechanza? ¿Qué deseas?»

464 »Así se expresó; y le contesté diciendo: «Lo sabes, anciano. ¿Por qué hablas de ese modo, con el propósito de engañarme? Sabes que, detenido en la isla desde largo tiempo, no hallo medio de poner fin á tal situación y ya mi ánimo desfallece. Mas revélame—puesto que los dioses lo saben todo—cuál de los inmortales me detiene y me cierra el camino, y cómo podré llegar á la patria atravesando el mar en peces abundoso.»

471 »Así le dije. Y en seguida me respondió de esta manera: De-