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CANTO CUARTO

648 Noemón, hijo de Fronio, le respondió de esta guisa: «Se la di yo mismo y de buen grado. ¿Qué hiciera cualquier otro, pidiéndosela un varón tan ilustre y lleno de cuidados? Difícil hubiese sido negársela. Los mancebos que le acompañan son los que más sobresalen en el pueblo, entre nosotros, y como capitán vi embarcarse á Méntor ó á un dios que en todo le era semejante. Mas, de una cosa estoy asombrado; ayer, cuando apuntaba la aurora, vi aquí al divinal Méntor y entonces se embarcó para ir á Pilos.»

657 Dicho esto, fuése Noemón á la casa de su padre. Indignáronse en su corazón soberbio Antínoo y Eurímaco; y los demás pretendientes se sentaron con ellos, cesando de jugar. Y ante todos habló Antínoo, hijo de Eupites, que estaba afligido y tenía las negras entrañas llenas de cólera y los ojos parecidos al relumbrante fuego:

663 «¡Oh dioses! ¡Gran proeza ha realizado orgullosamente Telémaco con ese viaje! ¡Y decíamos que no lo llevaría á efecto! Contra la voluntad de muchos se fué el niño, habiendo logrado botar una nave y elegir á los mejores del pueblo. De aquí adelante comenzará á ser un peligro para nosotros; ojalá que Júpiter le aniquile las fuerzas, antes que llegue á la flor de la juventud. Mas, ea, proporcionadme ligero bajel y veinte compañeros, y le armaré una emboscada cuando vuelva, acechando su retorno en el estrecho que separa á Ítaca de la escabrosa Samos, á fin de que le resulte funestísima la navegación que emprendió por saber noticias de su padre.»

673 Así les dijo. Todos lo aprobaron, exhortándole á ponerlo por obra; y levantándose, se fueron en seguida al palacio de Ulises.

675 No tardó Penélope en saber los propósitos que los pretendientes formaban en secreto, porque se lo dijo el heraldo Medonte, que oyó lo que hablaban desde el exterior del patio mientras en éste urdían la trama. Entró, pues, en la casa para contárselo á Penélope; y ésta, al verle en el umbral, le habló diciendo:

681 «¡Heraldo! ¿Con qué objeto te envían los ilustres pretendientes? ¿Acaso para decir á las esclavas del divino Ulises que suspendan el trabajo y les preparen el festín? Ojalá dejaran de pretenderme y de frecuentar esta morada, celebrando hoy su postrera y última comida. Oh vosotros, los que, reuniéndoos á menudo, consumís los muchos bienes que constituyen la herencia del prudente Telémaco: ¿no oísteis decir á vuestros padres, cuando erais todavía niños, de qué manera los trataba Ulises que á nadie hizo agravio ni profirió en el pueblo palabras ofensivas, como acostumbran hacer los divinales reyes, que aborrecen á unos hombres y aman á otros?