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CANTO SEXTO

preciable, pero ahora se asemeja á los dioses que poseen el anchuroso cielo. ¡Ojalá á tal varón pudiera llamársele mi marido, viviendo acá; ojalá le pluguiera quedarse con nosotros! Mas, oh esclavas, dadle de comer y de beber al forastero.»

247 Así habló. Ellas la escucharon y obedecieron, llevando al héroe alimentos y bebida. Y el paciente divinal Ulises bebió y comió ávidamente, pues hacía mucho tiempo que estaba en ayunas.

251 Entonces Nausícaa, la de los níveos brazos, ordenó otras cosas: puso en el hermoso carro la ropa bien plegada, unció las mulas de fuertes cascos, montó ella misma y, llamando á Ulises, exhortóle de semejante modo:

255 «Levántate ya, oh forastero, y partamos para la población; á fin de que te guíe á la casa de mi discreto padre, donde te puedo asegurar que verás á los más ilustres de todos los feacios. Pero obra de esta manera, ya que no me pareces falto de juicio: mientras vayamos por el campo, por terrenos cultivados por el hombre, anda ligeramente con las esclavas detrás del carro y yo te enseñaré el camino por donde se sube á la ciudad, que está cercada por alto y torreado muro y tiene á uno y otro lado un hermoso puerto de boca estrecha adonde son conducidas las corvas embarcaciones, pues hay estancias seguras para todas. Cabe á un magnífico templo de Neptuno se halla el ágora, labrada con piedras de acarreo profundamente hundidas: allí guardan los aparejos de las negras naves, las gúmenas y los cables, y aguzan los remos; pues los feacios no se cuidan de arcos ni de aljabas, sino de mástiles y de remos y de navíos bien proporcionados con los cuales atraviesan alegres el espumoso mar. Ahora quiero evitar sus amargos dichos; no sea que alguien me censure después—que hay en la población hombres insolentísimos—ú otro peor hable así al encontrarnos: «¿Quién es ese forastero tan alto y tan hermoso que sigue á Nausícaa? ¿Dónde lo halló? Debe de ser su esposo. Quizás haya recogido á un hombre de lejanas tierras que iría errante por haberse extraviado de su nave, puesto que no los hay en estos contornos; ó por ventura es un dios que, accediendo á sus múltiples instancias, descendió del cielo y lo tendrá consigo todos los días. Tanto mejor si ella fué á buscar marido en otra parte y menosprecia el pueblo de los feacios, en el cual la pretenden muchos é ilustres varones.» Así dirán y tendré que sufrir tamaños ultrajes. Y también yo me indignaría contra la que tal hiciera; contra la que, á despecho de su padre y de su madre todavía vivos, se juntara con hombres antes de haber