Página:La Odisea (Luis Segalá y Estalella).pdf/95

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido validada
95
CANTO SÉPTIMO

expertos sobre todos los hombres en conducir una velera nave por el ponto, así sobresalen grandemente las mujeres en fabricar lienzos, pues Minerva les ha concedido que sepan hacer bellísimas labores y posean excelente ingenio. En el exterior del patio, cabe á las puertas, hay un gran jardín de cuatro yugadas, y alrededor del mismo se extiende un seto por entrambos lados. Allí han crecido grandes y florecientes árboles: perales, granados, manzanos de espléndidas pomas, dulces higueras y verdes olivos. Los frutos de estos árboles no se pierden ni faltan, ni en invierno ni en verano: son perennes; y el Céfiro, soplando constantemente, á un tiempo mismo produce unos y madura otros. La pera envejece sobre la pera, la manzana sobre la manzana, la uva sobre la uva y el higo sobre el higo. Allí han plantado una viña muy fructífera y parte de sus uvas se secan al sol en un lugar abrigado y llano, á otras las vendimian, á otras las pisan, y están delante las verdes, que dejan caer la flor, y las que empiezan á negrear. Allí, en el fondo del huerto, crecían liños de legumbres de toda clase, siempre lozanas. Hay en él dos fuentes: una corre por todo el huerto; la otra va hacia la excelsa morada y sale debajo del umbral, adonde acuden por agua los ciudadanos. Tales eran los espléndidos presentes de los dioses en el palacio de Alcínoo.

133 Detúvose el paciente divinal Ulises á contemplar todo aquello; y, después de admirarlo, pasó con ligereza el umbral, entró en la casa y halló á los caudillos y príncipes de los feacios ofreciendo con las copas libaciones al vigilante Argicida, que era el último á quien las hacían cuando ya determinaban acostarse; mas el paciente divinal Ulises anduvo por el palacio, envuelto en la espesa nube con que lo cubrió Minerva, hasta llegar adonde estaban Arete y el rey Alcínoo. Entonces tendió Ulises sus brazos á las rodillas de Arete, disipóse la divinal niebla, enmudecieron todos los de la casa al percatarse de aquel hombre á quien contemplaban admirados, y Ulises comenzó su ruego de esta manera:

146 «¡Arete, hija de Rexénor, que parecía un dios! Después de sufrir mucho, vengo á tu esposo, á tus rodillas y á estos convidados, á quienes permitan los dioses vivir felizmente y legar sus bienes á los hijos que dejen en sus palacios así como también los honores que el pueblo les haya conferido. Mas, apresuraos á darme hombres que me conduzcan, para que muy pronto vuelva á la patria; pues hace mucho tiempo que ando lejos de los amigos, padeciendo infortunios.»