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CAPÍTULO XIV.

11 y el humo de sus tormentos estará subiendo por los siglos de los siglos; sin que tengan descanso ninguno de dia ni de noche, los que adoraron la bestia y su imágen, como tampoco cualquiera que recibió la divisa de su nombre.

12 Aqui se verá el frufo de la paciencia de los santos, que guardan los mandamientos de Dios, y la fé de Jesus [1].

13 Y oí una voz del cielo, que me decia: Escribe: Bienaventurados los muertos, que mueren en el Señor [2]. Ya desde ahora dice el Espíritu, que descansen de sus trabajos, puesto que sus obras los van acompañando.

14 Miré todavía, y hé ahi una nube blanca y resplandeciente; y sobre la nube sentada una persona semejante al Hijo del hombre, la cual tenia sobre su cabeza una corona de oro, y en su mano una hoz afilada.

15 En este salió del Templo otro ángel gritando en alta voz al que estaba sentado sobre la nube: Echa ya tu hoz, y siega, porque venida es la hora de segar, puesto que está seca la mies de la tierra.

16 Echo pues el que estaba sentado sobre la nube, su hoz a la tierra, y la tierra quedó segada.

17 Y salió otro ángel del Templo, que hay en el cielo, que tenia tambien una hoz aguzada.


  1. Y con un breve tiempo de padecer, evitan los eternos tormentos.
  2. Esto es, por la causa del Señor, ó en su amistad y gracia.