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que nadie que en la Naturaleza no hay hechos solitarios, sin vínculos que los aten á los demás, sinó una armonía perfecta, una série de eslabones sin solucion de continuidad, y un nudo eterno y fatal que no se desata como el gordiano, porque representa el mundo complejo alrededor del cual giran las leyes, y los sentimientos, y las razones.

Adivinada desde el primer momento ¿cómo iba á permitir que la justicia ordinaria tendiera su mano severa é implacable sobre los actos de una mujer de belleza irresistible, de una pobre enferma, de una infeliz neurótica, que impulsaron á la venganza los extravíos de un amor impaciente?

Como esos niños á los que asusta el nombre del Diablo, mi corazon artístico se extremece todavía al recordar la belleza de Clara, y cuando la ley escrita, desenterrada de algun código apolillado, me fulmine una sentencia por ocultacion, ó, como decía Manuel «por instigacion al suicidio», gritaré á los jueces desde el fondo de mi celda:—«¡Envidiosos! con todas sus leyes, no han podido verla en su esplendor radiante é inmortal!»

Pero no es verosímil.

Un Juez envidioso solamente puede figurar en una novela

Estas son fantasías.

Cuando yo creía que, al besar el relicario de rubíes, Clara tenía oculto en él su veneno maravilloso,