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dos, usted me hará conocer el desenlace ¿no es verdad?»

—«Sí, señor; si usted me hace una promesa.»

—«¿Cual?»

—«No intervenir en este asunto sino cuando le indique el momento.»

—«Se lo prometo.»

—«¿Cómo era el apellido de Antonio?»

—«Antonio Lapas.»

—«Y, ¿qué vida hacía?»

—«Muy simple. En Invierno salía todas las mañanas, envuelto en una capa, é iba al Hospital, segun pensábamos. En Primavera y Verano se lo pasaba leyendo ó estudiando. Muy rara vez comía con nosotros. Era de una frugalidad extrema, y muy de tarde en tarde fumaba un cigarrillo.»

—«¿Nos permitiría, Señor Equis, visitar el aposento que habitó el jóven Antonio?»

—«Sin el menor inconveniente.»

En el segundo pátio vimos una pieza aislada, no muy grande. En un rincon una cama, una mesa de noche al lado, una de escribir en medio del aposento, un lavatorio con los útiles complementarios, un ropero junto á una pared sin aberturas.

—«¿Ha habitado alguien este aposento despues?»

—«Nadie, como que no hubo necesidad.»

En aquel cuarto se sentía un perfume extraño, una reminiscencia de perfume; algo sutil, como fantasma de una delicia, un perfume aristocrático, mas