ha de haber escrito á él tambien. Pero usted no ha visto una cosa que acabo de encontrar aquí: el nombre de Mariano N. en las listas del año pasado. Dígame, señor Secretario ¿no preguntó el Doctor Pineal por este estudiante Mariano N.?»
—«Nó; preguntó solamente por Nicanor B.»
Sentí como frio en la espalda, lo que atribuí á la circumstancia de encontrarme en ayunas.
—«No he visto esos nombres en las listas de este año.»
—«El de Mariano N. no figura en las de este, y el de Nicanor B. ya no figura en las del año pasado.»
—«¿Se han recibido?»
—«No; el último dejó en tercer año, y el otro en cuarto.»
—«Y ¿qué clase de estudiantes eran?
—«Dos notabilidades; casualmente los he tratado. Nicanor B. era un insigne calculista y Mariano N. un músico distinguidísimo.»
—«¡Es cierto!»—dijo Manuel.
—«¿Los conoció usted, señor?»—preguntó el Secretario.
—«No. señor;»—contestó turbado—«pero he oído hablar de ellos.»
—«¿Y desde el punto de vista médico?»—pregunté.
—«La vocacion personificada.»
—«¿Porqué abandonaron los estudios?»