—«Un cuarto de hora.»
—«Oh! tengo tiempo de ir al Correo... bueno.. usted continúe... ya vengo»
—«¡Pero hombre!»
—«¡Cochero! al Correo!»
Al cuarto de hora estaba de vuelta y me quedé sin fiambres. El bife estaba bien cocido y las papas eran una delicia.... hueca.
—«Y ¿qué diablos ha ido á hacer al Correo?»
—«Unos simples telegramas á las Facultades de Medicina de Montevideo, de Córdova y de Santiago de Chile. Amigo, hay que averiguar mucho ántes de decir. '¡Es cierto!' Usted quiere convertir ya á ese pobre Lapas en un destripador, ó despostador, sin fijarse en otra cosa que en los cráneos estudiados.»
—«Hable lo que quiera; lo que es yo, no cómo el bife frio.»
—«¡Mozo! huevos al plato, y un mensajero.»
—«¿Con manteca?»
—«Los huevos sí, y el mensajero pronto.»
Vino este último.
—«Toma; te vas corriendo, y esperas contestacion.»
—«¿Qué manda ahí?»—preguntó Manuel.
—«Una misiva para el Doctor Pineal.»
—«¿Diciéndole?»
—« 'Te felicito. El Secreta:io de la Facultad te manda recuerdos de mi parte. ¿Qué editor has elegido? En este momento nos hallamos en la ro-