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¿Quién lo ha metido á apuntalarme en mi pesquisa? Una curiosidad infantil é infecunda, y nada más.»

—«¿Y eso del editor?»

—«No ofrece mayor importancia. El Doctor Pineal es un escritor de nota, y nada tiene de particular que esté á punto de publicar algo.»

—«Convenido; pero él comprenderá bien lo que se le quiere decir.»

—«Por supuesto. ¡Mozo! el café.»

Eran las cuatro menos veinte de la tarde. Despues de un momento, nos retiramos, y dimos al cochero la direccion de la casa del Doctor Pineal.

Hacía un instante que había llegado, y se preparaba á salir para vernos cuando tocamos el timbre de su puerta.

—«¡Estoy descubierto!»—dijo exabrupto.—«¿Cómo le va, señor don Manuel?

—«Medio desconcertado desde que he empezado á representar un papel de personaje de novela.»

—«De novela ¿eh?»

—«Así parece.»

—«En la Facultad de Medicina.»

—«Sí; donde se averigua algo de Antonio Lapas y de Nicanor B.»

El Doctor Pineal tosió sin ganas.

—«Mira, compañero»—le dije—«no te felicito, porque eres médico, y, como tal, no podías seguir otro camino sin caer en un error grave. Has hecho lo que debías hacer para consolarte en tu gran curio-