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na dejó olvidada en la casa del Señor Equis. Estudié esos huesos. Un frenólogo estudió el cráneo. La casualidad quiso que el Doctor Pineal tuviera un esqueleto semejante, el cual procedía de una casa de la calle Europa. El frenólogo estudió tambien el cráneo y halló lo mismo que en el otro. En ambas casas había vivido Antonio Lapas; en ambas había muebles que conservaban cierto perfume exquisito; en ambas el estudiante era un modelo de discrecion y de prudencia; en ambos esqueletos faltaba la cuarta costilla; en la carne, y sobre la misma, Saturnino presentaba una incision cicatrizada; los tres tenían inteligencia brillante y eran estudiantes de Medicina; en la Facultad ignoraban la existencia de Antonio Lapas, lo mismo que en la de Montevideo, en la de Córdova y en la de Santiago de Chile; pero en los libros de la nuestra quedada constancia de la época de desaparicion de Nicanor B. y de Mariano N., como queda, en el espíritu de los médicos, la conviccion de que Saturnino ha sido envenenado con cierta sustancia que no conocen, que yo sé que procede de un vegetal del Perú y que ataca los nervios de la base del cerebro, terminando por paralizar el corazon. Pero yo sé tambien que en cierta cómoda hallé un final de carta en el que se leían algunas palabras cariñosas, al pié de las cuales se veía el nombre de Clara T., y que la letra de esa carta era la misma que la que había en cierto fémur procedente de la calle Tucuman.