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PRÓLOGO.

inimitables sus primores; y no es menos dificil conservarlos en una traduccion. Pero si en algun idioma puede hacerse, es en el español. Á la verdad, nuestra lengua, por su gravedad y nervio, es capaz de explicar con decoro y energía los más grandes pensamientos. Es rica, armoniosa y dulce; se acomoda sin violencia al giro de frases y palabras de la latina; admite su brevedad y concision, y se acerca más á ella que otra alguna de las vulgares. Bien conocieron esto los sabios extranjeros que juzgaron desapasionadamente; y aun hubo entre ellos quien la vindicó de cierta hinchazon y fasto que algunos le han querido injustamente atribuir: Por otra parte, los genios españoles aman de suyo lo sublime, y no se contentan con la mediania: y así, nuestros escritores de mayor crédito se propusieron imitar á Salustio, con preferencia á César, Nepote, Livio, y demas Historiadores latinos; como se echa de ver en Don Diego de Mendoza, Juan de Mariana, Don Carlos Coloma, Don Antonio Solís y otros. Pedro Chacon y Jerónimo Zurita le ilustraron con eruditas notas. Y cuando to. davia los Griegos no habian renovado en el Occidente el buen gusto de la literatura, ya