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CAPITULO IX


Amanecía. El abundante rocío de la noche, que suele suplir la lluvia en el país del Nilo, se había esparcido sobre hojas y flores, como esmeraldas y brillantes; el sol estaba todavía bajo y reinaba un vientecillo noroeste, convidando á salir antes que sofocara el calor del mediodía.

De la consabida casa de campo salieron dos mujeres; la vieja esclava Melita y Sapfó la nieta de Rodopis.

Con ligera planta, cual si flotara en el aire, paseaba y corría la graciosa niña por el jardín, tan hechicera é inocente como cuando dormida. Sólo apuntaba en los rosados labios y en los hoyuelos de la barba y la mejilla cierta mueca mali-