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V
Y SU OBRA

descriptivos para precipitara después en un complicado desenlace. Los caracteres de los personajes históricos no resultan tan grandiosos como la imaginación los desea, tienen como un aire casero en el que probablemente influye en parte el concepto vago y puramente ideal que de los mismos teníanos preconcebido. Kresos y Rodopis en particular, parecen hablar por cuenta del autor, y en verdad usan con algún exceso de aquella oratoria especial de los liberales de la primera mitad de este siglo, de la que nos ha dejado aun algunos ejemplares la pasada y próxima revolución del 68. Los anacronismos que ha sabido Ebers desierrar de sus descripciones no ha sabido vencerlos del todo en los caracteres. Liberales, absolutistas y teócratas tienen aquí su pequeño círculo con ideas análogas á las actuales, quizás porque siempre hayan sido parecidas. Los diálogos, aun entre amantes, están salpicados de datos arqueológicos que desvirtúan los bellos detalles que encierran y dificultan el que el lector se abandone á su jiro y á las impresiones que de otro modo despertarían. Con todo los personajes se hacen simpáticos, la acción se sigue con interés y la impresión que deja la lectura es agradable y duradera. Se ha dicho con ocasión de esta obra que: la novela histórica es mortal enemiga de la historia, nada más falso. Yo apelo á los lectores que desde hace algunos años no asisten á las cátedras de historia de nuestras universidades y hayan hecho después estudios especiales sobre alguna de las ramas de las ciencias arqueológicas, para saber de cuál de las dos narraciones resalta más claro y más vivo el carácter de los pueblos orientales en la antigüedad. Si en la novela histórica se busca más que una pintura del cuadro de una época, se falsea su carácter, y bajo este concepto bien puede repetirse con nuestro autor (en el prólogo de la 4° edición) que de la misma manera que aquélla sería enemiga morial de la historia, la pintura de paisaje lo sería de la botánica.

C. de la K.