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LA HIJA

—Te lo agradezco—contestó el espartano.—Al ver por vez primera al anciano sacerdote cretense, Epiménides[1] de Cnoso que contaba á la sazón 150 años, su vejez y santidad causáronme una emoción singular; pero ¡cuánio más viejo y más sagrado no es ese vetustísimo río Aigyptos![2]. ¿Quién podrá substraerse á la fascinación que produce?... Mas háblame de Rodopis. Te lo ruego.

—Redopis—empezó Fanes,—fué robada cuando niña, y mientras jugaba con sus compañeras en la playa tracia, por unos navegantes fenicios que la llevaron á Samos, donde la compró Jadmon, rico geomoro[† 1]. La niña creció en belleza, en gracia y discreción, querida y admirada de cuantos la conocieron.

Esopo[3], el fabulista, que á la sazón vivía también como esclavo en casa de Jadmon, se deleitaba muy especialmente con la gracia y el talento de la niña; instruída en todas las cosas y cuidaba de ella como un pedagogo[† 2] de los que los atenienses destinamos á nuestros hijos. El buen maestro tuvo en ella una discípula tan dócil y aprovechada, que la pequeña esclava consiguió muy luego hablar, cantar y tocar mejor que los hijos de Jadmon, cuya educación era muy esmerada. A los catorce años, Rodopis era tan bella y perfecta, que inspiró celos á la esposa de Jadmon, la cual no quiso tenerla más en su casa; razón por la cual este samio vióse con gran disgusto obligado á venderla á cierto Xantos. En aquella época dominaba todavía en Samos la nobleza poco acaudalada. Si entonces Polícrates hubiese manejado las riendas del gobierno, no habría Xantos tenido que ir en busca de un comprador. Esos tiranos llenan sus arcas como las urracas sus nidos. Xantos, pues, marchó con su prenda á Náukratis, donde ganó pingües sumas lucrando con los encantos de su esclava. Así pasó Rodopis tres años en la más baja humillación. El recuerdo de la misma la horroriza aun.

Cuando, por fin, la fama de su belleza había cundido por la Grecia toda, y las gentes acudían desde lejanas tierras á

  1. Nombre de los hacendados que formaban la nobleza de Samos.
  2. Ayo.