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medalla que ha obtenido en un concurso regional por la Granja-modelo que ha establecido en su propiedad de la Chesnaie.

Mr. de Lesseps tiene la costumbre de intercalar en todas sus frases la mulétilla: ¿heín?

Esta pregunta pone en tiran compromiso á sus interlocutores.

—¿Mañana partiré , hein? dice; ¿antes terminaré la no ta, hein? ¿y a mi vuelta halblaremos sobre el asunto, hein?

Esto ha becho pensar á un escritor humoristico en la escena que tendrá lugar cuando en el otro mundo se encuentren frente á frente Mr. de Lesseps y lord Palmerston. ¿No les parece á ustedes oir decir al primero:

—Y bien, milord, el istmo, hein? ¿lo hemos abierto ya, hein?

De seguro que lord Palmerston pierde antes estas preguntas la gravedad inglesa.

Un detalle más y concluimos.

Fernando de Lesseps, á los sesenta y cinco años, ha hallado una compañera con quien compartir sus laureles. Una jóven, verdaderamente enamorada de él, le ha dado su mano.

Hé aquí cómo cuentan la historia de su casamiento: Una noche se hallaba Mr. de Lesseps en casa de su hijo, en compañía de varias señoras amigas de la esposa de este último, entre las que se contaba á la simpática criolla de la isla Mauricio, hoy Mine, de Lesseps.

Recibiose allí una cantidad de rosas de Jericó, las que dan el mayor precio las mujeres, pues, según dicen, entre otras virtudes, tienen la de conceder lo que uno desea, si al ponerlas en agua se abren al poco rato. Mr. de Lesseps tomó las rosas y las repartió entre las señoras; estas se apresuraron á colocarlas en vasos llenos de agua. Pasaron algunos instantes, las rosas se abrieron, solo una quedó cerrada; era la de la bella criolla. Resentida la hija de los trópicos, que había pedido á la flor quién sabe cuántas cosas, cogió la rosa, y dirigióse á Mr. de Lesseps quejándose, á lo cual este le dijo:

—Señorita, no tengo la culpa de que no se haya abierto esa rosa; pero decidme lo que deseáis, y yo propinaré hacer cuanto pueda para que quedéis satisfecha.

—Pues bien, deseo lo que vos queráis, respondió la jóven.

— Quiero ser vuestro esposo, le dijo Mr. de Lesseps; y hoy la bella criolla es duquesa de Suez »

Lesseps ha sacrificado su vida al bien de la humanidad, y la Providencia le ha dado para acompañarle á la posteridad dos ángeles: el uno se llama gloria el otro ¡amor!

Colon dió nombre al siglo XV; Lesseps al siglo XIX.

Hé aquí dos faros luminosos de la humanidad.

¿Sufrirá el segundo lo que el primero en el ocaso de su vida?

Dios no quiera que este borrón caiga sobre la sociedad moderna.

Daniel García.
Fuente del Tritón-Recoletos JARDINES DE RECOLETOS.—Fuente del Triton.


BELLEZAS DE LA CIENCIA.

El arte es el mas poderoso auxiliar de la ciencia, sin su eficaz ayuda no podría realizar su misión.

Envuelta en impenetrables misterios, recogida y austera, sin palabra para hacerse entender de los profanos, sin esa forma insinuante y cautivadora que detiene, admira y convence á las masas vulgares, tendría que vivir encerrada en el estudió del filósofo, ó en el laboratorio del alquimista, si el arte arrancándole sus secretos y adornándolos con sus hermosas vestiduras no los llevase por el mundo cautivando con ellos la inteligencia, ilustrando á las masas, contribuyendo á generalizar la civilización.

Por eso La ilustración Española y Americana se propone explicar bajo una forma artística todas las maravillas que la ciencia ha encontrado en el profundo y detenido estudio de la creacion.

Para que sirva de modelo, y al mismo tiempo para demostrar que la ciencia y el arte pueden vivir y florecer en una sola alma, inauguramos esta sección reproduciendo un fragmento del inspirado discurso que el señor don José Echegaray, actualmente ministro de Fomento, pronunció en una de las Conferencias que con tanto éxito so celebran en la Universidad de Madrid, sobre la influencia del estudio de las ciencias físicas en la educación de la mujer.

De este bellísimo discurso tomamos el período en que la ciencia y el arte se reúnen, se funden, se condensan para explicar á la mujer, es decir á la poesía, los fenómenos de

LA LUZ,

El SONIDO Y EL CALOR.

«Voy á explicaros, dice, en breves palabras, en brevísimas frases, unas cuantas teorías de la física moderna, de las más elevadas, de las más profundas, de las más difíciles, de las más trascendentes; os voy á explicar lo que son el sonido, la luz, el calor, la electricidad, el magnetismo, y tantos y tantos otros fenómenos del universo. Y cuenta que si no logro hacerme entender, si no me comprendéis, no será culpa vuestra, sino culpa del maestro; será por falta de claridad, órden y método en mismo por falta de inteligencia en vosotras. De todos modos, pues, mi tésis que dará demostrada; si consigo que me entendáis, porque me habéis entendido; si no me entendéis, porque la culpa será mia, exclusivamente mía, y la tésis quedará en pie ante vosotras; en pie respetuosamente, como debe estar ante concurso tan digno de respeto.

Os voy á explicar, repito, lo que son la luz, el sonido, el calor, etc. Tal vez me digáis: «¿para qué explicarnos eso, si lo sabemos perfectamente? Luz es la que brota de nuestros ojos; sonido, el que brota de nuestros labios; calor, el que sentimos en las mejillas cuando el rubor acude á ellas?» Es verdad, no lo niego, no tengo nada que explicar: por eso lo único que he de hacer será poner ante vos otras un espejo para que en ese espejo os miréis. Procedimiento muy natural tratándose de la naturaleza y de vos otras, porque puedo deciros con verdad que hay grandes puntos de contacto entre la naturaleza y la mujer: la naturaleza también es un tanto presumida, gusta de mirarse donde encuentra un pedazo de cristal, ya se lo ofrezca la pura fuente, ya el tranquilo lago, ya el mar inmenso en azulada superficie: y cuando así se mira (y en esto se pa-