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SUMARIO.

Texto.—Crónica contemporánea, por Julio Nombela.—La libertad de enseñanza, por D. Narciso Campillo.—Ilustraciones extranjeras.—Homenaje a Colon, por D. Eusebio Martínez de Velasco.—Herculano, (conclusión por Rossi.—Inauguración del canal de suez.—Bendición del canal.—Aguja de Cleopatra.- Columna de Pompeyo.—Paso de la «Berenguela.»—Desembarque de la emperatriz, en Suez.—Serenata á la emperatriz.—Trayecto del canal.—La fe del amor, novela, por D. Manuel Fernandez y González.—Los muleteros maranchioneros.—Los velocípedos aplicados a espectáculos públicos.—Album poético.—Los padres y los hijos, dolora, de Campoamor.—Despacito y buena letra. Fábula, de Hartzenbusch.—Patriotismo y arte, por D. Antonio Arnao.— Los teatros.—Defensa del campamento de San José, en Cuba.—Problema de Ajedrez.

GRABADOS.— Istmo de suez. Inauguración del canal de Suez, en Puerto Said.—Concilio ecuménico.—Audiencia prosinodal en la capilla Sixtina. —Consagración del obispo protestante, Dr. Tempe, en a iglesia de Cheapside.—Fiesta en Ismailia.—Viaje del emperador de Austria á los Santos Lugares.—Cristóbal Colon.—Istmo de suez. Aguja de Cleopatra.—Paso de la fragata «Berenguela» por el canal de Suez.—Serenata a la emperatriz de los franceses.— Columna de Pompeyo, en Alejandría.— Desembarque de la emperatriz de los franceses, en Suez.—Muletero Maranchonero. —Carrera en velocípedo, ejecutada por Mr. Jenkins, sobre el Niágara.— —Trancante en mulas.—Suerte de varas en velocípedo, en el anfiteatro de Nimes.—Retrato de D. Jacinto Abarguer de Rey.


CRONICA CONTEMPORÁNEA.

Una teoría sobre el aburrimiento.—Los primeros dias del mes de enero. Lo que es un periódico.—La imaginación y la cacería en los montes de Toledo.—Mi vecino.—La crisis.—Las balas perdidas.—Noticias sueltas. —Una inspiración. — La Francia febril. — Tempestades. — La Piel de Zapa.

No comprendo cómo es posible que haya en el mundo personas que se aburran.

Antes, cuando no se estilaban los periódicos, ni podía presumirse que la electricidad reemplazase en el siglo XIX á los corre-ve y dile ó sea mandaderos del siglo XVII y XVIII, cuando las cartas eran artículo de lujo, y cada hombre dedicaba lo menos hora y media á empolvar su peluca, natural es que se aburriesen los que se habían equivocado de siglo; pero en el actual los mas ociosos son los que mas pueden divertirse.

Sin ir mas lejos examinemos los pocos dias del año eu que vivimos: en ellos ha habido cambios ministeriales en Francia y en España, la Europa culta ha podido conocer leyendo el proceso de Troppman, lo que hacen la ambición y el cálculo en un alma sin sentimientos religiosos, en un ser sin conciencia. Un personage pariente de Napoleón ha muerto á un periodista republicano; un diputado francés ha comparado en pleno parlamento á los Bonaparte con los Borgia; el mismo la paseado los boulevares en medio de grandes aclamaciones de los que nada tienen que perder; en Inglaterra la agitación feniana ofrece á cada instante peripecias curiosas; los trabajos del Concilio llevan á liorna las miradas de todos los que piensan; en Austria las dificultades aumentan; la Prusia tiembla ante la actitud liberal en que acaba de colocarse la Francia; el khedive y el sultán no las tienen todas consigo, y si á estas sucesos de alta importancia se unen los que podríamos llamar menudos, los que acontecen en la vida privada, en las ciudades, en las aldeas, en los campos, preciso es convenir en que para aburrirse se necesita una gran predisposición.

Basta leer los periódicos para ofrecer al ánimo todas las emociones posibles: un periódico es á la vez autor dramático, novelista, poeta, historiador, filosofo, narrador, orador, bufón, comediante, todo y lo que es mas, lo es sin saberlo.

Yo voy á demostrarlo reuniendo en breve espacio todos los acontecimientos verdaderamente notables que han acaecido en los últimos dias.

Empecemos por los mas próximos, es decir por los de España.

Todos los que vimos partir á los personajes mas importantes de la Revolucion española, á los motiles de Toledo, y al infatigable propagandista señor Ruiz Zorri la á un viaje de placer por Valencia, Cataluña y Aragón, nos figuramos leer el primer folletín de una de esas novelas en las que como indica Gerónimo Paturot debe aquel terminar de esta manera: «Se abrió una ventana y apareció una mano que tenia cogida por los cabellos una cabeza ensangrentada. ¿De quién era aquella mano? ¿üe quién aquella cabeza? (Se continuara.)

Como digo, presumimos los españoles que las grandes figuras de la revolución no se iban á cazar, ni emprendían viajes con la única intención de echar una cana al aire ó descansar de las fatigas gubernamentales.

No hay duda, me decía yo, conocen la situación del pais, saben que el enfermo necesita medicinas enérgicas, tal vez una operación quirúrgica, son doctores humanos, no quieren que el paciente se entere y se retiran á los montes de Toledo para inspirarse en la naturaleza, estudiar el mal, buscar el remedio y traérnosle con el año nuevo.

Tengo un vecino muy aprensivo y á cada instante bajaba á verme.

—No ha oido V. un ruido, me decia.

—No señor.

—Pues yo me he figurado oir un cañonazo.

—Habrán cerrado una puerta.

—Tal vez, pero como uno está esperando de un momento á otro el golpe.

—También las puertas los dan.

—Yo aludo al de Estado. Se marchaba y volvía.

—¿Usted entiende de toques de corneta? me preguntaba.

—Algo.

—¿Es generala lo que tocan?

—No señor, es llamada.

—Ah! respiro.

Y el pobre hombre me buscaba á cada instante, porque como él decía, ni los políticos han ido solo á cazar á Toledo, ni el señor Ruiz Zorrilla ha ido á Aragón y Cataluña solo por el placer de que le den las Pascuas los catalanes y los aragoneses.

En la conversaciones se lanzaban ideas dignas de Shakespeare y Víctor Hugo.

—Desengáñense ustedes, decia uno, el rey está en Toledo y nos le traen para principio de año.

—¡Quién sabe, esclamaba otro, si para parodiar á los franceses tendremos un 2 de Enero!

Y la imaginación española, dada de suyo á los placeres de la fantasía, soñaba en golpes de Estado, dictaduras , etc., etc.

Poesía, pura poesía.

Los ilustres personajes se fueron á Toledo sin otro objeto que descansar, comer paellas como simples mortales, tiritar de frió y volver á ocuparse de los negocios.

Esto era pura prosa y no podíamos conformarnos con ella.

Afortunadamente un despacho telegráfico nos comunicó su electricidad. Nuestro ministro en Italia dijo al gobierno: «No cuenten ustedes con el duque de Génova.»

Y esta noticia, que ya había adivinado en sus viajes el señor Ruiz Zorrilla, produjo una crisis.

¡Gracias á Dios! esclamaron los que suelen pasarse algunas horas del dia en la Carrera de San Gerónimo. Esto ya vuelve á ser España.

Y la imaginación volvió á hallar pasto en el espacio que media desde las Cuatro Calles hasta la librería de Durán y el restaurant de Lhardy.

Las crisis, mentira parece, pero es verdad, las crisis son en Madrid lo que las fiestas de los santo* titulares en los pueblos. ¡Qué animación! ¡Qué movimiento!

—Hay crisis, dice el primero que lo sabe; y los que oyen esta mágica palabra acuden á la Carrera de San Gerónimo.

Por ensalmo resucita allí el antiguo mentidero de las gradas de San Felipe, desde todas las calles que confluyen á la Puerta del Sol hasta la Carrera de San Gerónimo, no hay quien no vaya ideando la noticia que comunicará, para darse importancia, á los que le salgan al encuentro preguntándolo:

—¿Qué hay? ¿Han jurado ya?

En los dias de crisis, las casas de los hombres políticos andan revueltas, las señoras de los que ya han sido ministros sacan el uniforme y le registran para ver si está apolillado, las de los que aspiran á serlo se olvidan de todo, se informan de quiénes son las personas que llaman á la puerta y viven como sus maridos en continua fiebre.

Y no es estraño, hemos llegado á una época en la que puede muy bien un ciudadano salir de su casa hecho un simple particular y volver á ella hecho todo un ministro ó con la cabeza agujereada por la bala de algún fusil liberal ó reaccionario manejado por imprudentes manos.

De esto es ejemplo la pobre jóven que hace dos ó tres dias pasaba por la calle de las Huertas, llena de ilusiones acaso, al mismo tiempo que de un cuarto bajo salía una bala escapada de un revólver que su amo limpiaba, y la dejaba casi muerta.

Pero volviendo á mi relato, la crisis, como digo, animó el cuadro de la política, surgió de ella la idea de la dictadura, atribuíase al gobierno la idea de gobernar cuatro meses sin Cortes y cobrar anticipada la contribución de un año, decíase que nadie quería ser ministro, que se formaba un gabinete de notables, qué sé yo lo que se murmuraba en aquellos corrillos.

Y el pais tranquilo aguardaba su sentencia trabajando, tomando vez en la Dirección de la Deuda para cobrar el cupon, entregado á sus faenas mientras los periódicos llevaban á su oido estas noticias.

«El presidente del Consejo hace los mayores esfuerzo» para que no se marchen los señores Marios y Ruiz Zorrilla. —A estos señores no les permite continúar en el gabinete su esquisíta susceptibilidad.—Se habla de la entrada de los señores Olózaga y Rivero.—Este último ilustre patricio ha pedido veinte y cuatro horas de término para resolverse.— El señor Sagasta con una abnegación sin ejemplo deja su asiento al señor Rivero y pasa al ministerio de Estado.— Topete vuelve al ministerio.—Se aplaza la elección del rey. —Si entra el señor Montero Rios no entra Topete. — Va entran los dos.—Ya hay ministerio, etc.

Todas estas noticias sorprenden al amado pueblo en sus faenas ordinarias, el cual, gracias á La Correspondencia de España, á falla de otro diario, puede pensar y decirse segun sus ideas: «Esto se consolida,» ó «Esto se va.»

Y á propósito: en la Puerta del Sol han resonado estos dias gritos alarmantes unos y poco decorosos otros.

Gritaban los ciegos:

—Esto se va, ahora sí que se va, ya se va... ya se va y no vuelve. Era un papel con este título que se vendía á millares.

El otro título me cuesta trabajo reproducirlo en un papel tan limpio y tan satinado como éste; pero lo repetiré para que se avergüence de él el que lo ha hecho aprender á los ciegos para ganarse algunas monedas.

Decian éstos: «En dos cuartos las ladronas de las alhajas! ¡Yo vendo las ladronas!»

Estos desahogos serán muy corrientes en tiempos de libertad ; pero suenan mal al oido y dan una idea muy triste de la cultura de los que sostienen y fomentan con su curiosidad esas obras de la literatura callejera.

Subiendo de nuevo á otras esferas, basta para no aburrirse oir el eco de las conversaciones particulares sobre los sucesos políticos.

Pero qué más, hasta para desesperarse hay motivo al saber que los que se agitaban febriles no ha mucho para influir en que entrase ó saliese del ministerio Fulano ó Zutano, han inaugurado la tardía discusión de los presupuestos con glacial indiferencia el dia 13, es decir, un dia en el que todo Madrid llenaba los paseos para disfrutar de los ardorosos rayos del sol.

¿Quieren ustedes contrastes? Pues bien, había en Madrid un círculo de empleados y se ha disuelto ocupando el local que tenían un círculo de banqueros! ¡Banqueros heredando á empleados! Es chistoso.

En otro órden de ideas ¿quieren ustedes una noticia? Ahí vá: todos los soldados de la guarnición de Madrid van á ser vacunados?

—¿Irán con las niñeras y las amas? preguntaba un chusco recordando lo aficionados que son los militares á estas dos clases de la sociedad servicial.

Por último, como noticia de ruido, diré que noches pasadas han querido dar á los milicianos un susto disparando un petardo en el momento del relevo.

No hubo novedad sin embargo. Antes de salir de España tributaré algunos elogios á la bellísima conferencia que leyó el domingo último en la Universidad el señor don Antonio Maria Segovia. ¡Con qué amena sencillez esplicó á las señoras presentes, el capital y su modo de dilapidarlo!

Algunas horas después de haber oido esta conferencia, varias personas que se hallaban en una casa de la plaza de Oriente oian un preciosísimo soneto, que en un instante de inspiración acababa de escribir el dueño de la casa, que era el distinguido poeta D. Ramón Campoamor.

Los lectores de La Ilustración tienen la fortuna de poder leerlo en este número, recien salidito del horno como quien dice.

El soneto es una gran lección: todos los padres deben hacer que sus hijos lo aprendan de memoria.


Desde aquí, con permiso de ustedes, me voy de un salto á París, en donde vamos á ver el espectáculo de una gran capital en un acceso de fiebre.

La demagogia no deja descansar un instante á Napoleón:

—El pais, se dice este tiene una fuerte irritacion; pues refresco; y busca á Mr. Olivier, abogado de gran talento, demócrata flexible que ama á un tiempo á la libertad y al órden. El gabinete de que forma parte es un refrigerante capaz de calmar la fiebre de los socialistas, comunistas, etc. etc, de todo el Imperio.

Pero la fatalidad hace que la prensa se desborde, que las masas inciten á Rochefort á convertirse en víctima, que los escritores discípulos suyos, émulos de su gloria, [conviertan la pluma en látigo, que un Mr. Groussell insulte á un primo del Emperador, á Pedro Bonaparte, hombre de cincuenta y siete anos que ya debía tener juicio, y hace por último que este señor desafíe á Rochefort. que Groussell le desafie á él, que él insulte á los padrinos de su adversario, que uno de los padrinos le abofetee, que él le mate de un pistoletazo y que naciendo las masas políticas, de la que es pura y simplemente imprudencia, ódio, envidia, pasiones en fin, conviertan á París, el cerebro de Europa, en una cabeza destornillada, en una inteligencia demente.

Napoleón entrega á su primo al Senado para que le juzgue, el pueblo quiere incendiar su casa y castigarle, Rochefort ataca á la dinastía reinante en el cuerpo legislativo, este formula una petición para entregar á aquel á los tribunales; y los franceses se preocupan de todo esto, y trabajan menos porque hablan mas, y al fin y al cabo quien lo paga todo son las clases conservadoras, las clases pacificas de la sociedad.

Por fortuna estas complicaciones en los pueblos equivalen á las tempestades domésticas. El niño llora, el sastre trae la cuenta, el casero llama, el vecino de arriba taconea, le duele á uno una muela y riñe y vocea y pide á gritos la muerte y parece un loco.

Pero pasa la furia, viene la calma, el horizonte sonrie y el desesperado busca de nuevo las ilusiones.

Tal es la vida; pero ¡ay! cada momento de efervescencia para los hombres y los pueblos, es una línea menos de la famosa Piel de Zapa de Balzac.

La sangre que se sube á la cabeza va poco á poco formando esa enfermedad del corazón que mala sin avisar.

Confiemos en que mi próxima revista ofrecerá á la consideración del lector asuntos mas agradables y divertidos.

Por de pronto me permito llamar la atención de los lectores sobre el último discurso del elocuente diputado Moret y Prendergast. Discutíanse los presupuestos a una temperatura de 10 ó 12 bajo cero.

—¿Sí, eh? se dijo el distinguido economista; pues yo os haré venir al Congreso, os conmoveré hablando de números, como si asistierais á una representación del Hamlet y pidiendo ideas á su conciencia, frases á su inspiración, colorido á su mágica paleta hizo una obra de arle, un cuadro completo de la España de hoy.

Su voz parecía la do. los profetas anunciando las ruinas de Jerusalem.

Después de haberle oído, esclamó un practicón:

—Solo una cosa siento.

—¿Cuál?

—Que se hayan inventado los sables.

—¿Por qué?

—Porque ellos tienen más elocuencia que los oradores en los pueblos meridionales.

Triste verdad que vuelve á contristar mi ánimo; pero no se apuren ustedes, en España hay hermosos dias de sol, en los que al contemplar el cielo, cantan los pajarillos en las jaulas y los esclavos en las cadenas.

Julio Nombela.