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suficiente número de nuevas óperas castellanas para emprender una campaña teatral.

Aquella semilla debia producir sabrosos frutos, y los ha producido.

Algunos hombres de inteligencia y entusiasmo, que interpretaban comunes aspiraciones, se pusieron de acuerdo para intentar la resolución de tan difícil problema; y sin necesidad alguna social que á ello les impulsara, sin ulteriores propósitos más que los de alentar al mérito y conquistar el aprecio que merecen las buenas acciones, reunieron las cantidades que consentían sus medios respectivos, y formaron un acerbo común destinado á galardonar las obras que más sobresaliesen en el concurso musical que al efecto iniciaron. Tres de dichos individuos, que firmaron la convocatoria, llevan los conocidos y estimados nombres, cada uno en su clase, de don Emilio Arrieta, don Antonio Romero y don Bonifacio Eslava, á los cuales debe añadirse otro profesor que después contribuyó al mismo fin, á saber, don Remigio Calahorra, ex-maestro de capilla de la catedral de Manila.

Todos ellos merecen y han obtenido por este rasgo patriótico los aplausos de la sociedad culta, y el nuestro de poco valer; como también merece recibirlo algún otro eminente maestro que, según sospechamos, ha debido cooperar al mismo laudable fin, no omitiendo esfuerzo ni diligencia.

Anunciado el concurso hace más de un año, y prorogado después á consecuencia de las alteraciones ocurridas en el país, poco adecuadas para la prosperidad de una arle bella, llegó por fin el momento solemne del fallo de las producciones presentadas por los compositores.

Ocho fueron aquellas, cuando los escépticos temían que apenas dos ó tres eran de esperar.

Necesitándose jurado de calificaron, se designó para constituirlo á los señores Eslava (don Hilarión), Arrieta, Monasterio, Balart (don Gabriel) y Calahorra; seguras garantías de discreción e imparcialidad. El ilustrado dictamen de estos jueces ha sido como sigue:

Primeros premios.—Atahualpa, en tres actos, por don Enrique Barrera, maestro de capilla de la catedral de Burgos.

Don Fernando el Emplazado, en tres, por don Valentín Zubiaurre, profesor en Madrid.

Segundos premios.—El Puñal de misericordia, en tres, por don Antonio Llanos y don Rafael Aeches, también profesores en la corte.

Una Venganza, en tres, por don Manuel y don Tomás Fernandez, en igual clase.

Alguna de dichas óperas conocemos particularmente y la reputamos muy bella; pero no guiándonos por nuestro propio parecer, sino por el criterio elevado de los jueces, á todos los autores mandamos nuestra sincera y cordial enhorabuena.

IV.

Llegados al término de nuestra reseña; después de haber trazado en ligeros rasgos la historia de este concurso que como espíritus superiores han animado el patriotismo y el arte, nos vemos agradablemente impulsados á deducir las siguientes consecuencias:

A pesar de la desoladora influencia que en el campo de las artes ejercen las tempestades políticas , quedan todavía entre nosotros hombres privilegiados que esparcen buena semilla y que la hacen fructificar á costa de afanes y sinsabores.

El Conservatorio, hoy Escuela superior de música, tan motejado de esterilidad por los que no examinan á fondo las cuestiones que les son antipáticas ó indiferentes, y por los que no comparan lo de aquí con lo de otras naciones en general más adelantadas, acaba de presentar, después de pruebas anteriores que no es del caso repetir, una evidente y palpable de la profunda enseñanza que en la carrera de composición se da en dicho establecimiento. Los seis autores premiados se han formado en ella, correspondiendo los dos primeros á la dirección del señor Eslava, y los cuatro restantes á la del señor Arricia. A excepción del primero, que no se presentó á concurso por causas agenas á su voluntad, todos ellos han conquistado la medalla de oro al fin de sus estudios. ¿Han justificado ó no semejante distinción?

La última consecuencia es (y de ella tal vez hablemos en otra ocasión) que dichas obras deben ejecutarse para que las aprecie el público.

Así lo aconsejan el patriotismo y el arte.

Antonio Arrao.

LOS TEATROS.

El año cómico puede considerarse en dos períodos, ascendente el primero, descendente el segundo. Desde el mes de octubre hasta las Navidades, los empresarios abrigan siempre las mas lisonjeras esperanzas, en la persuasión de que las fiestas de Pascua son el agosto de los teatros; por eso procuran disponer para tales dias funciones amenas y escogidas y tratan de competir con los que durante la temporada les disputan el favor del público.

Pero terminan las fiestas, comienza el periodo de decadencia, los bailes de máscara* distraen á los aficionados á las representaciones escénicas; más tarde viene la cuaresma, siguen las noches primaverales que atraen á los paseos y á los jardines á los favorecedores de las empresas, y por último el caluroso estío los aleja más y más de los teatros.

Los empresarios, después de los esfuerzos que hicieran para las funciones de Pascuas, descansan un momento y tienden sus miradas hácia el horizonte para distinguir el mejor camino y seguirle paso á paso. Sin embargo, en el teatro Español ha habido una verdadera solemnidad.

Matilde Diez, la eminente actriz, la joya de la escena española, volvió á presentarse en el palco escénico, del que estuvo alejada por consagrar sus cuidados á su señora madre. El arte la reclamaba y los deseos del público se han visto satisfechos.

La salva de aplausos con que Matilde fue saludada al reaparecer en la escena, fue la más espontánea y solemne confirmación, no sólo de las simpatías que tiene conquistadas, sino de la justa fama que ha logrado su esclarecido talento.

Asirse de un cabello, La voz del corazón y Más vale maña que fuerza, fueron las tres comedias que escogió para.su debut, y por cierto que no acertaremos á decir en cuál de ellas estuvo más inspirada. Para Matilde no hay dificultades ni opuestos caracteres que no sepa interpretar con la más espontánea naturalidad y admirable maestría.

Enviamos nuestros plácemes á la famosa actriz, y felicitamos también á la empresa que ha tenido el acierto de contratarla para conjuraren el segundo período del año cómico los obstáculos de que hemos hablado y afectan igualmente á todas las empresas después que terminan las Pascuas de Navidad.

Nuestros lectores tienen probablemente noticia de la intencionada comedia del señor Echevarría, que con el título de Don Tomás II se ha representado y aun se representa con buen éxito en aquel democrático teatro. El mismo autor, animado sin duda con los aplausos que recibió por aquella obra, ha escrito, en unión con el señor Paluchi, una revista española titulada: Otro diablo Cojuelo, que también ha alcanzado un éxito satisfactorio.

No hay en ella originalidad en el pensamiento; hemos visto en verdad otras revistas, en las que se han tratado los mismos asuntos y empleado semejantes resortes escénicos. Sin embargo, á pesar de estos defectos que señalamos por obedecer á un sentimiento de justicia, no podemos ni queremos negar el mérito literario de este trabajo, la gracia y corrección con que está escrito y la oportunidad é ingenio con que están presentadas las alegorías que van sucediéndose en el trascurso de la representación. La ligereza y variedad del diálogo constituye el mayor mérito de la revista que desde luego revela las felices disposiciones que revelan sus autores para dedicarse al arte dramático.

No terminaremos este ligero artículo sin decir algo á nuestros lectores acerca de las funciones dramáticas que ha inaugurado hace pocos dias en su casa un personaje muy conocido en los círculos políticos y literarios de Madrid.

—No me hablen ustedes de política, decia éste ayer á sus amigos. Quisiera olvidar lo pasado, vivir alejado del mundo oficial, en lo presente, y creer en el más dichoso porvenir para mi patria.

Y por cierto que nuestro empresario, que no es otro que don Patricio de la Escosura, parece que logra su objeto.

Ha construido un elegante teatrito y ha reunido á los actores que en él trabajan, casi sin salir del hogar doméstico. Puede decirse que es una familia de artistas, pero verdaderos artistas, sin rivalidades, sin pretensiones ni envidias, pero con amor á la literatura, á la música, á la declamación y á la pintura. Aquel dichoso empresario no tiene la obligación do acomodarse á las exigencias del público, ni amenizar las funciones de su coliseo, con resortes cancanescos, ni con extravagancias y ridiculeces.

Allí se rinde culto al arte, se aplaude i los buenos poetas y se estudian sus obras con la mayor fe, para que su interpretación sea digna del escogido y elegante público que asiste á las representaciones.

Y cada noche de función ofrece un nuevo triunfo á los improvisados artistas, y los complacidos espectadores desean con impaciencia la repetición de unas sesiones que con tanta rapidez pasan y que les dejan tan gratos recuerdos.

Bien podemos aplaudir á los que han tenido tanto acierto para proporcionarse tan amenas diversiones, olvidando al pensar en ellas, las penas que á nadie Tallan en este picaro mundo. No terminaremos sin anunciar que la última comedia de Equílaz titulada Lope de Rueda ha proporcionado á su autor un legitimo triunfo.

DEFENSA DEL CAMPAMENTO DE SAN JOSE

EN CUBA.

A propósito de este heroico suceso recibimos la siguiente carta que nos apresuramos á insertar seguros de que su contenido interesará vivamente á nuestros lectores, enviando al mismo tiempo nuestros plácemes á los valientes catalanes.

Campamento de San José 3 de Diciembre de 1869.

A las seis de la mañana del día 20 de Noviembre, algunos voluntarios que se hallaban lavando en el rio Minas, distante un kilómetro próximamente de este campamento, sufrieron dos alevosas descargas que partieron de la manigua; un herido fue su resultado, y todos se retiraron precipitadamente dando conocimiento al coronel señor Tejada de que los tiros habían sido disparados por doce ginetes, que inmediatamente volvieron á internarse. En vista de esto el señor Coronel dispuso que los oficiales Punyed y Fou con 30 hombres reconocieran el sitio señalado por los fugitivos; reconocimiento que dió á entender que los alrededores del puente habían sido frecuentados por una multitud de gente á pie y á caballo por las pisadas y huellas que se notaron habían sido hechas recientemente; pero al poco rato avisó el centinela de la caponera S. E. que en el plabanar se veian algunos ginetes, y en su consecuencia salió el alférez don Jacinto Abarguer con 20 hombres en aquella dirección y bien pronto un nutrido fuego de fusilería hizo comprender que Abarguer con su gente habían entrado en fuego, y para auxiliarle salió con otros 20 hombres don Domingo Ruiz. El fuego se sostenia muy nutrido en el plabanar, y observando que ambas fuerzas se batían en retirada, el señor Saenz ordenó al capitán graduado señor de Gurrea que fuera á protegerlas á fin de que con órden entraran en las trincheras supuesta la inmensa superioridad del enemigo que se veía que en gruesas columnas de infantería y numerosa caballería estaba tomando posiciones á lo largo de la balanquera, que inmediata á la manigua está en frente de laxara de nuestra trinchera que mira al O. El enemigo conocía perfectamente, según se vió, el punto débil del campamento, pues el ángulo N. 0. se hallaba sin concluir por haberlo impedido las copiosas lluvias que sin interrupción sufrimos desde mediados de Octubre.

No se hizo esperar el ataque; un vivo tiroteo se entabló entre los defensores de la trinchera y el enemigo que amagaba atacarla por dicho punto: éste descargaba sobre el campamento una lluvia de balas que afortunadamente silbaban altas en su mayoría y sin avanzar un palmo, seguía en sus posiciones; en tanto, que los defensores apagaron sus fuegos por disposición del Coronel que juzgó serian mas necesarias en et instante que aquellos avanzaran sobre la trinchera, supuesto que habia escasez de municiones.

Suponiendo entonces los insurrectos que el fuerte se rendiría por carecer de fuegos se envalentonaron y dieron una porción de vivas á Cuba libre con otras voces que por su numero apenas se entendieron. En el ínterin, entraron en la trinchera los restos de la fuerza Abarguer y en su totalidad las de Ruiz y Gurrea, si bien con muchos heridos. La situación de la guarnición del fuerte dejaba mucho que desear; 90 hombres próximamente, calenturientos muchos, convalecientes los mas, en perfecta salud los menos, la componían, puesto que de los ciento y pico que arrojaban los estados antes del fuego debían deducirse 20 que habían salido con el valiente Abarguer y no habían regresado, y 10 del alférez Ruiz heridos.

Habia cesado ya el fuego del plabanar y del grueso de las fuerzas, y el que por entonces hubiese pasado por la zona de San José, creyera que allí iba formándose una gran parada cuyos espectadores la observaban desde la trinchera del ex-ingenio; la infantería estendiese por delante del fuerte N.O. en una línea de batalla que seguia la dirección