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Con efecto, la paz se estiende por aquel rico territorio y todo hace creer que la lucha quedará en breve terminada.

El gobierno lia premiado los servicios del ilustre conde de Balmaseda. Este bizarro general ln conquistado una Tama europea, y cuando venga por España, que debe venir, el entusiasmo público hará justicia á sus relevantes cualidades.

Tengo todavía que condensar aquí algunas noticias agradables.

Madrid se anima.

En el Ateneo asiste numerosa concurrencia á escuchar las lecciones del señor Cainus sobre los Humanistas españoles del Renacimiento; del señor Labra sobre Política y tistemas coloniales; del señor Salazar sobre la Exposición del sistema solar.

En la Academia de Jurisprudencia discuten los jóvenes abogados con gran brillantez la teoría de los derechos individuales.

La Academia de la Historia se reúne el domingo para dar posesión de su plaza al estudioso don José Godoy Alcántara, á quien contestará el señor Cánovas del Castillo.

La Sociedad de Cuartetos y las Conferencias para la educación de la mujer, se reparten los domingos lo más escogido de la sociedad madrileña.

El domingo se verificará una gran revista militar.

Y p<r último, se preparan representaciones dramáticas en el palacio de la duquesa de Medinaceli, en casa de los condes de Vilches, en la del señor Escosura, y hay magníficos saraos los lunes en los salones de los condes de Superunda, los jueves en los de los marqueses de Morante, y se anuncian nuevos bailes y nuevas diversiones.

¿Qué más podemos pedir á una ex-córte?

—Basta lector... no hable usted mis, nos hemos compendido.

JULIO NoMBELA.


DON EUGENIO MONTERO RIOS.

¿Quién es Montero Hios? ¿Cuál es su historia? ¿Cuáles sus merecimientos? ¿Qué estrella venturosa le ha conducido al alto puesto que hoy ocupa en el gobierno del Estado? ¿Debe su encumbramiento á la intriga y al favor, ó le ha conquistado á fuerza de perseverantes estudios y repetidas pruebas de capacidad y de gran mérito?

Esto se han preguntado muchas personas al saber su reciente nombramiento para desempeñar la cartera de Gracia y Justicia, y nosotros vamos á satisfacer la curiosidad de los que no han tenido ocasión de apreciar el talento de este hombre que aparece en el mundo oficial, sin haberse cuidado de mostrar á las gentes su honrosa y envidiable historia.

Los hombres de ciencia suelen ser modestos, pues abstraídos en sus investigaciones filosóficas, y consagrados a! estudio, se ocupan muy poco de la publicidad de sus triunfos, no empleando su tiempo crearse las reputaciones artificiales que rodean á los intrigantes y á los afortunados. Pero en vano pueden ocultarse los destellos de la inteligencia , porque el hombre de talento que logra hacerse dueño de la divina antorcha del saber, no puede vivir oscurecido, ni renunciar al privilegio de anticiparse á los demás para servirles de guia en la indefinida senda del progreso humano.

Estas consideraciones pueden aplicarse á don Eugenio Montero Rios, estudiante de leyes, abogado, doctor, catedrático, diputado, jefe de la subseerctarh de Gracia y Justicia, y últimamente ministro del mismo departamento.

La historia de sus ascensos es honrosísima, no se funda en los favores ni en la protección de los poderosos, sino que representa una serie de esludios, de trabajos literarios, de pruebas difíciles, al mismo tiempo q icde vigilias, afanes y contrariedades.

Hé aquí algunos apuntes biográlicos del eminente jurisconsulto, cuyo retrato ofrecemos hoy á nuestros favorecedores.

Don Eugenio Montero Ríos, nació en Santiago de Galicia eu el mes de Noviembre de 1832. Su padre, honrado y modesto notario de aquella ciudad, al dirigir la educación de su hijo, halló en él desde sus primeros años un despejo y una precocidad nada comunes. Aprovechando tan felices disposiciones, le dedicó después de cursada la Filosofía en la Universidad de Santiago, á la carrera de jurisprudencia, en la que comenzaron los triunfos del aventajado estudiante.

Todos los premios ordinarios que se dieron en aquella Universidad durante los años de su carrera, fueron ganados por el jóven Montero Ri< s, obteniendo también á mérito los grados de bachiller, licenciado y doctor, con lo que economizó á su familia los gastos de una carrera tan larga como dispendiosa.

Estos hechos bastan por sí solos, para dar una idea ventajosísima de su talento y aplicación, y no necesitan comentarios.

Como estudiante excedió el señor Montero Rios á todos sus condiscípulos, consiguiendo cuantas distinciones y recompensas polian otorgarse al cursante mas aprovechado.

No terminaron aquí triunfos universitarios, pues habiendo vacado la cátedra de disciplina eclesiástica de la Universidad de Oviedo, hizo oposición con otros doce aspirantes á la misma cátedra, consiguiendo una verdadera victoria que le valió el título de catedrático y los plácemes de cuantos tuvieron ocasión de reconocer su indisputable mérito.

Las campañas científicas eran ya para él brillantes empresas en las que se apoderaba de todos los laureles, sobreponiéndose siempre á sus mas doctos compeiidores.

Trasladado á la cátedra de disciplina eclesiástica de la Universidad de Santiago en virtud de permuta, inauguró sus tareas profesionales con una memoria en la que exponía y desarrollaba de un modo claro y filosófico la doctrina sobre el ultramontanismo y cismontanismo, estudio notabilísimo que no sólo correspondió á la historia literaria de su autor, sino que le dio gran reputación entre los hombres de ciencia, y muy especialmente entre los catedráticos de aquella Universidad que se congratulaban de tener por compañero á un joven que tan relevantes pruebas daba de la profundidad de sus estudios y de la rectitud de su criterio.

Naturalmente los partidarios de la escuela ultramontana no recibieron con aplauso al trabajo científico en que Montero Rios Ies argüía; mas las censuras que sobre él recayeron, fueron otras tantas pruebas de la importancia de su discurso.

Cuatro añus esplicó en Santiago la cátedra de disciplina eclesiástica, hasta que el Real Consejo de Instruccion pública le propuso por unanimidai de votos para la cátedra de derecho canónico de la Universidad central, de la que tomó posesión y cuya propiedad conserva todavía.

Omitiendo la relación de otros trabjjos científicos y literarios que en notables publicaciones han confirmado mas y mas la gran reputación del ilustrad) cilcdrátíco; prescindiendo también de los discursos, defeasas y decisiones del abogado, precisas consecuencias de su talento y acertado criterio, podríamos terminar aquí estos apuntes biográficos del señor Montero Rios, en la seguridad de que su historia científica bastaría á legitimar el justo elogio que de ella hacemos; elogio que nadie podrí calificar de lisonjero ni de apasionado, porque se funda en hechos que no admiten apreciaciones, ni han menester nuestros aplausos para ostentar su mérito.

Pero aun figura Montero Rios com) ho:nbre político, como defensor de la libertad y consecuente partidario del progreso.

La primera vez que le vemos figurar en el campo de la política, es en la época de su residencia oa Santiago de Galicia, siendo catedrático de aquella Universidad. El partido progresista hallábase á la sazón desorganizado y perseguido, y él fue quien tomó á su cargo su reorganización en aquella provincia, esforzándose al efecto para formar un comité que le nombró su presidente. Y coaio si no bastaran los trabajos que emprendiera para difundir la idea liberal entre sus paisanos, fundó un periódico que con el título de La Opinión pública, dirigió y redactó con el talento y discresíon que le son peculiares.

Trasladada después su res'dcncia á Madrid, continuó tomando parte en las luchas políticas con el mismo celo, con la misma fuerza de convicciones, é inspirado siempre por el generoso sentimiento que impone á los hombres honrados el deber de sacrificarse en aras de la patria.

Por aquel tiempo fijábase la atención de los lectores del periódico La Iberia, en una série de artículos magistral y elegantemente escritos, en los que con enérgica frase y correcto estilo tratábanse importantísimas cuestiones y se sostenían interesantes polémicas. ¿Quién era el autor de aquellos notables artículos que merecían repetidos aplausos, siendo á la par objeto de severas impugnaciones?

Montero Rios, el estudiante de la Universidad de Santiago, el opositor de la cátedra de disciplina eclesiástica de Oviedo, el afamado canonista, el redactor de La Opinión pública, el mismo en fin que ganara tantos triunfos en los certámenes científicos, donde tantas veces probó su aplicación y sus profundos conocimientos.

Agitábase entonces en el mundo político la cuestión sobre la infalibilidad del Papa: Montero Rios había consignado en ¡m Iberia sus opiniones, dando lugar á que el arzobispo de Santiago, no pudiendo permanecer indiferente ante las- encontradas opiniones de la prensa, lomase parte en la lucha para impugnar con el poder de su talento las ideas vertidas en el periódico liberal.

Montero Rios fue el mantenedor en este combate, y la polémica entablada entre tan ilustres competidores fue comentada por los periódicos de distintos matices é hizo época en los anales del periodismo.

Triunfante la revolución de Setiembre de 1868, se presentó candidato á la diputación á córtes por la circunscripción de Pontevedra: 25,000 votos le concedieron el honor de representar á los electores de la provincia, con la particularidad de ver él el primero de los cinco diputados que fueron elegidos por la misma circunscripción; pues también en aquella lucha le apoyaron sus altos merecimientos.

También, habiendo sido presentado candidato á la diputación por los comités progresista y democrático de Santiago, obtuvo. 14,000 sufragios á pesar de que había retirado su candidatura.

El diputado por Pontevedra ha formado parte; en el congreso, de la comisión nominadora de la mesa, y después de la comisión de constitución. Con este motivo la cámara popular escuchó sus elocuentes discursos que la prensa á su vez comentó con elogio.

El mérito tantas veces acreditado de Montero Rio, le elevó al puesto de subsecretario del ministerio de Gracia y Justicia, y hoy el distinguido catedrático es ministro del mismo ramo. Los que conocen su gran capacidad y la historia de sus merecimientos abrigan fundadas esperanzas de que no ha de fallarle acierto para corregir los vicios de nuestra legislación ja que tan competente es para el desempeño del elevado puesto que ocupa.

No terminaremos esta ligera reseña biográfica sin añadir cuatro palabras acerca del carácter de Montero Rios.

El aprecio que le profesan las personas que le tratan, bastaría para significar las grandes simpatías de que goza en la sociedad. Por nuestra parte podemos decir que hay cortesanía y amabilidad en su conversación; profundo saber en el esceso de su modestia, y la bondad de sus sentimientos en esa llaneza espontánea que no tiene nombre; pero que descubre desde luego el fondo de los corazones.

Y por si no hemos acertado á retratarle, citaremos para concluir, un hecho eu que él mismo se ha retratado.

No hace mucho que un escritor fué á visitarle con el objeto de pedirle algunos datos para escribir su historia en un artículo biográfico.

—«Usted viene equivocado» le contestó Montero Rios con la mayor naturalidad. «Yo no tengo biografía. No soy mas que un español.»

Montero Rios solo falta á su modestia cuando considera que ha nacido en el seno de nuestra amada patria.

F. G. CUEVAS,


TOMA DE POSESION


DE LOS TERRENOS DE LA CIUDADELA DE BARCELONA.

Esta ceremonia se celebró el día 28 del último diciembre.

A la una se reunieron en las Casas Consistoriales la Diputación provincial presidida por el señor gobernador de la provincia, la Audiencia, el Claustro universitario, la Junta provincial de Agricultura y Comercio, algunos representantes de la Marina de guerra, los alcaldes de barrio, algunos veteranos y varios oficiales del batallón franco de Cataluña y los del de milicianos cazadores de Barcelona. Poco después de la una y media se puso en marcha la comitiva que no era muy numerosa, abriendo paso siete guardias municipales de caballería vestidos de gala, y siguiendo las corporaciones invitadas por el órden inverso al que van continuadas en el presente relato. Entre la Diputación provincial y el Ayuntamiento, presidido.éste por el señor ministro de Gracia y Justicia, marchaba la banda de música municipal tocando himnos patrióticos. Cerraba la marcha una compañía del batallón de milicia cazadores de Barcelona.

Esta procesión cívica se dirigió por las calles de Jaime I, Platería, Espasería y Plaza del Comercio á la Ciudadela, en cuyos glacis se hallaba el capitán general con el segundo cabo con su estado mayor y los demás convidados á dicha ceremonia. También había un batallon de infan-