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Poesías de Cuellar. — 209

Esa mujer en cuya frente veo
El sello de la infamia ennegrecido
¿Es el angel que creara mi deseo?
¿Esa es la virgen que adoré rendido?

¡Ciego de mí! La contemplé tan pura,
Modelo de virtud y de inocencia,
Que forjando mil sueños de ventura
Era senda de flores mi existencia.

Mas el velo rasgué que la cubría;
Rodó su trono de fragantes flores,
Y era ¡ay de mí! la encantadora impía
Despojo de falaces amadores...

Artera me engaño: mil y mil veces
Me juró su constancia enamorada,
Por mirarme apurar hasta las heces
La copa del dolor emponzoñada.

Pasaron, sí, las horas de ventura,
Y triste llora mi enlutada lira...
Sus votos y su amor y su ternura
¡Fueron vana ilusión! ¡Fueron mentira!