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Poesías de Cuellar. — 267

De las sin fin humanas desventuras,
Y fueras de sus célicas criaturas....

Y ya partiste, ¡oh niña venturosa!
Ya habitas la mansión del paraíso;
Y entre blancos querubes,
Entonas en las harpas melodiosas
De oro, con victoria,
Los eternales himnos de la gloria.

Te estoy viendo bullir á cada instante,
En torno de las gradas de diamante
Del trono en que la planta
Asienta el Hacedor del universo,
Gentil, alegre y pura
Como la brisa del jardín liviana,
Radiando de hermosura,
Entre arcángeles mil que con anhelo
Sostienen agrupados,
De púrpura exquisita
Y pedrería, el pabellón inmenso
En un confín del cielo,
Y allá entre nubes de sagrado incienso.