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CAPITULO II.

DE LA AUTORIDAD ESTRINSECA SOBRE LA LETRA DE LA SANTA ESCRITURA.
PARRAFO I.

31. En la inteligencia y esplicacion de muchisimos lugares de los Profetas, y casi únicamente en aquellos que de algun modo pertenecen á nuestro asunto principal, es facilísimo notar, que los intérpretes de la Escritura, habiendo buscado y seguido por un momento el sentido literal, ó el que llaman con éste nombre; no siéndoles posible llevar muy adelante dicho sentido, se acojen en breve á la pura alegoría, pretendiendo que este es el sentido á que se dirije especialmente el Espíritu santo. Si les preguntamos con qué razon, y sobre qué fundamento nos aseguran que aquél es el sentido literal, no obstante que á los dos ó tres pasos se ven precisados á dejarlo; y que aquel otro alegórico ó figurado es el que intenta especialmente el Espíritu santo, &c., nos remiten por toda respuesta á la autoridad puramente estrínseca: esto es, que otros antiguos doctores los entendieron y esplicaron así. Este argumento tomado de la autoridad, que en otros asuntos de dogma y de moral puede y debe mirarse como bueno y lejítimo, en el asunto de que hablamos no parece tan justo. Así como sin agraviar á los doctores mas modernos, les podemos pedir razon de su inteligencia, cuando esta no se conforma con la letra del testo; así del mismo modo podemos pedirla á los antiguos: porque al fin la autoridad de estos, por grande y respetable que sea, no puede fundarse sobre sí misma. Este es un privilegio muy grande, que únicamente pertenece á Dios. Debe pues fundarse esta autoridad, ó en la Escritura misma, si esta lo dice claramente,