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Ya mis ojos no lloran
Por los muertos queridos que me faltan!
Si no puedo besar el polvo amado
Que en la tumba descansa,
Como reliquia de sus cuerpos ídos,
Yo siento que mi ánima,
Impelida por génios invisibles,
Se remonta á la célica morada
Donde habitan los fuertes, que alcanzaron
La bienaventuranza;
Yo sé que allí les hallaré reunidos;
Yo sé que allí me aguardan
En el dia, sin sombras, en que todos
Del Hacedor á la presencia vayan!
Y mientras viene ese supremo instante,
—Que, acaso, acaso llegará mañana! —