Es triste dejar sus pagos
Y largarse á tierra agena
Llevándose la alma llena
De tormentos y dolores,
Mas nos llevan los rigores
Como el pampero á la arena.
Irse á cruzar el desierto
Lo mesmo que un foragido,
Dejando aqui en el olvido
Como dejamos nosotros,
Su mujer en brazos de otro
y sus hijitos perdidos.—
Cuantas veces al cruzar
En esa inmensa llanura,
Al verse en tal desventura
y tan lejos de los suyos
Se tira uno entre los yuyos
A llorar con amargura.
En la orilla de un arroyo
Solitario lo pasaba,
En mil cosas cavilaba
y á una güelta repentina
Se me hacia ver á mi china
O escuchar que me llamaba.
Y las aguas serenitas
Bebe el pingo trago á trago—
Mientras sin ningun halago
Pasa uno hasta sin comer,
Por pensar en su mujer,
En sus hijos y en su pago.
Recordarán que con Cruz
Para el desierto tiramos
En la pampa nos entramos,
Cayendo por fin del viage
A unos toldos de salvajes,
Los primeros que encontramos.
La desgracia nos seguia,
Llegamos en mal momento—
Estaban en parlamento
Tratando de una invasion,
y el indio en tal ocasion
Recela hasta de su aliento.
Se armó un tremendo alboroto
Cuando nos vieron llegar,
No podiamos aplacar
Tan peligroso hervidero;
Nos tomaron por bomberos
y nos quisieron lanciar.
Nos quitaron los caballos
A los muy pocos minutos;
Estaban irresolutos,
Quien sabe que pretendian,
Por los ojos nos metian
Las lanzas aquellos brutos.
Y dele en su lengüetéo
Hacer gestos y cabriolas;
Uno desató las bolas
y se nos vino en seguida;
Ya no creiamos con vida
Salvar ni por carambola.