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LA VUELTA DE MARTIN FIERRO

Su pretension es robar,
No quedar en el pantano—
Viene á tierra de cristianos
Como furia del infierno;
No se llevan al gobierno
Porque no lo hallan á mano.

Vuelven locos de contentos
Cuando han venido á la fija—
Antes que ninguno elija
Empiezan con todo empeño,
Como dijo un santiagueño,
A hacerse la repartija.

Se reparten el botin
Con igualdá, sin malicia;
No muestra el indio codicia,
Ninguna falta comete—
Solo en esto se somete
A una regla de justicia.

Y cada cual con lo suyo
A sus toldos enderiesa—
Luego la matanza empieza
Tan sin razon ni motivo,
Que no queda animal vivo
De esos miles de cabezas.

Y satifecho el salvage
De que su oficio ha cumplido
Lo pasa por ay tendido
Volviendo á su haraganiar—
Y entra la china á cueriar
Con un afan desmedido.

A veces á tierra adentro
Algunas puntas se llevan,
Pero hay pocos que se atrevan
A hacer esas incursiones,
Porque otros indios ladrones
Les suelen pelar la breva.

Pero pienso que los pampas
Deben de ser los mas rudos—
Aunque andan medio desnudos
Ni su convenencia entienden,
Por una vaca que venden
Quinientas matan al ñudo.

Estas cosas y otras piores
Las he visto muchos años;
Pero si yo no me engaño
Concluyó ese bandalage,
Y esos bárbaros salvages
No podrán hacer mas daño.

Las tribus estan desechas;
Los caciques mas altivos
Estan muertos ó cautivos
Privaos de toda esperanza,
Y de la chusma y de lanza,
Ya muy pocos quedan vivos.

Son salvages por completo
Hasta pa su diversion—
Pues hacen una juncion
Que naides se la imagina;
Recien le toca á la china
El hacer su papelon.

Cuanto el hombre es mas salvage
Trata pior á la muger—
Yo no sé que pueda haber
Sin ella dicha ni goce—
¡Feliz el que la conoce
Y logra hacerse querer!!

Todo el que entiende la vida
Busca á su lao los placeres—
Justo es que las considere
El hombre de corazon;
Solo los cobardes son
Valientes con sus mugeres.

Pa servir á un desgraciao
Pronta la muger está—
Cuando en su camino vá
No hay peligro que la asuste;
Ni hay una á quien no le guste
Una obra de caridá.—

No se hallará una muger
A la que esto no le cuadre—
Yo alabo al Eterno Padre,—
No porque las hizo bellas,
Sino porque á todas ellas
Les dió corazon de madre.

Es piadosa y deligente
Y sufrida en los trabajos:
Tal vez su valer rebajo
Aunque la estimo bastante;
Mas los indios inorantes
La tratan al estropajo.

Echan la alma trabajando
Bajo el mas duro rigor—
El marido es su señor,
Como tirano la manda
Porque el indio no se ablanda
Ni siquiera en el amor.

No tiene cariño á naides
Ni sabe lo que es amar—
¡Ni que se puede esperar
De aquellos pechos de bronce!
Yo los conocí al llegar
Y los calé dende entónces.—

Mientras tiene que comer
Permanece sosegao—
Yo que en sus toldos he estao
Y sus costumbres oservo—
Digo que es como aquel cuervo
Que no volvió del mandao.