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LA VUELTA DE MARTIN FIERRO

No preciso juramento,
Deben creerle á Martin Hierro—
He visto en ese destierro
A un salvage que se irrita,
Degollar una chinita
Y tirarsela á los perros.

He presenciado martirios
He visto muchas crueldades—
Crínenes y atrocidades
Que el cristiano no imagina;
Pues ni el indio ni la china
Sabe lo que son piedades.

Quise curiosiar los llantos
Que llegaban hasta mi,
Al punto me dirigi
Al lugar de ande venian—
Me horrorisa todavia
El cuadro que descubrí!

Era una infeliz muger
Que estaba de sangre lleva—
Y como una Madalena
Lloraba con toda gana,—
Conoci que era cristiana
Y esto me dió mayor pena.

Cauteloso me acerqué
A un indio que estaba al lao;
Porque el pampa es descortfiao
Siempre de todo cristiano,
Y vi que tenia en la mano
El rebenque ensangrentao.


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Mas tarde supe por ella,
De manera positiva,
Que dentró una comitiva
De pampas á su partido,
Mataron á su marido
Y la llevaron cautiva.

En tan dura servidumbre
Hacian dos años que estaba—
Un hijito que llevaba
A su lado lo tenia——
La china la aborrecia
Tratándola como esclava

Deseaba para escaparse
Hacer una tentativa—
Pues á la infeliz cautiva
Naides la va á redimir,
Y allí tiene que sufrir
El tormento mientras viva.

Aquella china perversa
Dende el punto que llegó,
Crueldá y orgullo mostró
Porque el indio era valiente——
Usaba un collar de dientes
De cristianos que él mató.

La mandaba trabajar,
Poniendo cerca a su hijito
Tiritando y dando gritos
Por la mañana temprano,
Atado de pies y manos
Lo mesmo que un corderito.

Ansi le imponia tarea
De juntar leña y sembrar
Viendo a su hijito llorar,
Y hasta que no terminaba,
La china no la dejaba
Que le diera de mamar.

Cuando no tenian trabajo
La emprestaban á otra china—
Naides, decia, se imagina,
Ni es capaz de presumir
Cuanto tiene que sufrir
La infeliz que está cautiva.

Si ven crecido á su hijito
Como de piedá no entienden,
Y á suplícas nunca atienden,
Cuando no es este es el otro,
Se lo quitan y io venden
O lo cambian por un potro—

En la crianza de los suyos
Son bárbaros por demas,
No lo habia visto jamás;
En una tabla los atan,
Los crian ansi, y les achatan
La cabeza por detras.

Aunque esto parezca estraño
Ninguno lo ponga en duda:
Entre aquella gente ruda,
En su bárbara torpeza,
Es gala que la cabeza
Se les forme puntiaguda.

Aquella china malvada
Que tanto la aborrecia,
Empezó á decir un dia
Porque falleció una hermana,
Que sin duda la cristiana
Le habia echado brugería.

El indio la sacó al campo
Y la empezó á amenazar
Que le habia de confesar
Si la brugeria era cierta;
O que la iba á castigar
Hasta que quedára muerta.