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LA VUELTA DE MARTIN FIERRO

El que no sabe, no gana
Aunque ruegue á Santa Rita,—
En la carpeta á un mulita
Se le conoce al sentarse—
Y conmigo, era matarse,
No podian ni á la manchita.

En el nueve y otros juegos
Llevo ventaja no poca—
Y siempre que dar me toca
El mal no tiene remedio,
Porque sé sacar del medio
Y sentar la de la boca.

En el truco, al mas pintao
Solia ponerlo en apuro;
Cuando aventajar procuro,
Sé tener, como fajadas,
Tiro á tiro el as de espadas
O flor, ó envite seguro.

Yo sé defender mi plata
Y lo hago como el primero,
El que ha de jugar dinero
Preciso es que no se atonte—
Si se armaba una de monte,
Tomaba parte el fondero.

Un pastel, como un paquete,
Sé llevarlo con limpieza;
Dende que á salir empiezan
No hay carta que no recuerde;—
Sé cual se gana ó se pierde
En cuanto cain á la mesa.

Tambien por estas jugadas
Suele uno verse en aprietos;—
Mas yo no me comprometo
Porque sé hacerlo con arte,
Y aunque les corra el descarte
No se descubre el secreto.

Si me llamaban al dao
Nunca me solia faltar
Un cargado que largar,
Un cruzao para el mas vivo;
Y hasta atracarles un chivo
Sin dejarlos maliciar.

Cargaba bien una taba
Porque la sé manejar;
No era manco en el billar,
Y por fin de lo que esplico,
Digo que hasta con pichicos,
Era capaz de jugar.

Es un vicio de mal fin,
El de jugar, no lo niego;
Todo el que vive del juego
Anda á la pezca de un bobo,—
Y es sabido que es un robo
Ponerse á jugarle á un ciego.

Y esto digo claramente
Porque he dejao de jugar;
Y les puedo asigurar
Como que fui del oficio—
Mas cuesta aprender un vicio
Que aprender á trabajar.


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Un nápoles mercachifle
Que andaba con un arpista,
Cayó tambien en la lista
Sin dificultá ninguna:
Lo agarré á la treinta y una
Y le daba bola vista.

Se vino haciendo el chiquito,
Por sacarme esa ventaja;
En el pantano se encaja
Aunque robo se le hacia—
Lo cegó Santa Lucía
Y desocupó las cajas.

Lo hubieran visto afligido
Llorar por las chucherias—
«Ma gañao con picardía»
Decia el gringo y lagrimiaba,
Mientras yo en un poncho alzaba
Todita su merchería.

Quedó alli aliviao del peso
Sollozando sin consuelo,
Habia caido en el anzuelo
Tal vez porque era domingo,
Y esa calidá de gringo
No tiene santo en el cielo.

Pero poco aproveché
De fatura tan lucida:
El diablo no se descuida,
Y á mi me seguia la pista
Un ñato muy enredista
Que era Oficial de partida.

Se me presentó á esigir
La multa en que habia incurrido,
Que el juego estaba prohibido
Que iba á llevarme al cuartel—
Tuhe que partir con él
Todo lo que habia alquirido.

Empezé á tomarlo entre ojos
Por esa albitrariedá;
Yo habia ganao, es verdá,
Con recursos, eso sí;
Pero él me ganaba á mi
Fundao en su autoridá.