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LA VUELTA DE MARTIN FIERRO
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Y despues de estas palabras
Que ya la intencion revelan,
Procurando los presentes
Que no se armára pendencia,
Se pusieron de por medio
Y la cosa quedó quieta—
Martin Fierro y los muchachos
Evitando la contienda,
Montaron y paso á paso
Como el que miedo no lleva,
A la costa de un arroyo
Llegaron á echar pié à tierra.
Desencillaron los pingos
Y se sentaron en rueda,
Refiriéndose entre sí
Infinitas menudencias;
Porque tiene muchos cuentos
Y muchos hijos la ausencia.
Allí pasaron la noche
A la luz de las estrellas,
Porque ese es un cortínao
Que lo halla uno donde quiera,
Y el gaucho sabe arreglarse
Como ninguno se arregla—
El colchon son las caronas
El lomillo es cabecera
El coginillo es blandura
Y con el poncho ó la gerga
Para salvar del rocío
Se cubre hasta la cabeza—
Tiene su cuchillo al lado,
Pues la precaucion es buena;
Freno y rebenque á la mano,
Y teniendo el pingo cerca,
Que pa asigurarlo bien
La argolla del lazo entierra—
Aunque el atar con el lazo
Dá del hombre mala idea—
Se duerme ansí muy tranquilo
Todita la noche entera—
Y si es lejos del camino
Como manda la prudencia,
Mas siguro que en su rancho
Uno ronca á pierna suelta.
Pues en el suelo no hay chinches,
Y es una cuja camera
Que no ocasiona disputas
Y que naides se la niega—
Ademas de eso, una noche
La pasa uno como quiera,
Y las va pasando todas
Haciendo la mesma cuenta—
Y luego los pajaritos
Al aclarar lo dispiertan.
Porque el sueño no lo agarra
A quien sin cenar se acuesta.
Ansí, pues, aquella noche
Jué para ellos una fiesta,
Pues todo parece alegre
Cuando el corazon se alegra.
No pudiendo vivir juntos
Por su estado de pobreza,
Resolvieron separarse,
Y que cada cual se juera
A procurarse un refujio
Que aliviára su miseria.
Y antes de desparramarse
Para empezar vida nueva,
En aquella soledá
Martin Fierro con prudencia
A sus hijos y al de Cruz
Les habló de esta manera.—


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Un padre que dá consejos
Mas que Padre es un amigo,
Ansi como tal les digo
Que vivan con precaucion—
Naides sabe en que rincon
Se oculta el que es su enemigo.

Yo nunca tuve otra escuela
Que una vida desgraciada—
No estrañen si en la jugada
Alguna vez me equivoco—
Pues debe saber muy poco
Aquel que no aprendió nada.

Hay hombres que de su cencia
Tienen la cabeza llena;
Hay sábios de todas menas,
Mas digo sin ser muy ducho—
Es mejor que aprender mucho
El aprender cosas buenas

No aprovechan los trabajos
Sino han de enseñarnos nada—
El hombre, de una mirada
Todo ha de verlo al momento—
El primer conocimiento
Es conocer cuando enfada.

Su esperanza no la cifren
Nunca en corazon alguno—
En el mayor infortunio
Pongan su confianza en Dios—
De los hombres, solo en uno,
Con gran precaucion en dos—