Página:Las Maravillas Del Cielo.djvu/138

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—¿Has observado bien?—dijo D. Alberto, mientras la niña se aproximaba á su vez al aparato;—el Sol tiene manchas que hasta hace algún tiempo creían los astrónomos que serían nubes de la atmósfera solar; pero ahora parece ya fuera de duda que son espantosas simas abiertas en la superficie del astro, y algunas de las cuales miden de 60 á 80.000 leguas de anchura, de modo que la Tierra podría desaparecer en ellas como una piedra en un pozo. En cuanto á las manchas mas brillantes, reciben el nombre de fáculas, y quizá son regiones en que la inflamación es mas viva. Cuando hay algún eclipse de Sol, esto es, cuando la Luna se interpone entre este astro y la Tierra, se observa que en los bordes solares hay protuberancias ó llamaradas, que no son otra cosa que erupciones de hidrógeno y de otros gases, que llegan á 80 ó 100.000 leguas de altura.

Adela que había estado contemplando el Sol largo rato, se retiró de su punto de mira, muy asombrada de lo que había visto, pero con cierto desencanto al ver manchas en su radiante esfera de luz.

—Eso te probará, hija mía—la dijo D. Alberto—que no hay belleza alguna, fuera de la divina, que merezca el nombre de perfecta.

Para terminar la conferencia de hoy, os diré que, según la teoría más probable, todo los planetas, á saber: Mercurio, Venus, la Tierra, Marte, los asteroides, Júpiter, Saturno Urano y Neptuno, formaron un día parte de la masa solar, y han ido desprendiéndose del ecuador del Sol, mer-