Página:Las Maravillas Del Cielo.djvu/7

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distinguido en el mundo del estudio; pero siempre había rehusado formar parte de corporaciones oficiales, pues amaba el saber por el saber, y además: tenía una más que regular fortuna, que le permitía vivir con entera independencia. Pasaba en el extranjero largas temporadas, y había visitado los mejores observatorios astronómicos del mundo, estando, á la sazón, agregado al de París, dotado del material suficiente para que una persona aplicada pudiese estudiar con verdadero fruto. La circunstancia de tener un hijo que se dedicaba con entusiasmo y lucimiento á la Medicina, y que deseaba ejercer en España esta noble profesión, le hizo volver á su país, y hubo de hospedarse en la linda casa que su hermano, abogado de profesión, habitaba en la capital de una de las más risueñas provincias del Cantábrico.

Queríanse entrañablemente D. Alberto y su hermano, y fué para uno y otro gran dicha volverse á ver después de larga ausencia. Si se añade á esto que Lázaro, el hijo de D. Alberto, simpatizó mucho con sus primitos Adela y Luis, á los que llevaba ocho ó diez años y á los que dio muy curiosas lecciones sobre las maravillas que en el mundo de lo invisible nos ha revelado el microscopio, y se tiene en cuenta también que, así estos jóvenes, como sus padres, eran de una educación esmerada y de un carácter apacible y dulce, fácilmente se comprenderá cuan agradable temporada pasaría aquella familia. El joven médico hubo de marchar á Madrid para dar validez académica en España á los últimos estudios que había hecho en