laba una piedra aquel sitio, que servia de receptáculo á las inmundicias de la ciudad. Y como la piedra de Yacub se hallaba cubierta con aquellas inmundicias, Omar, dando ejemplo á los obreros, llenó de estiércol el halda de su traje y fué à transportarlo lejos de alli. Y asi hizo descombrar el emplazamiento de la mezquita, que todavía lleva su nombre, y que es la mezquita más hermosa de la tierra.
—Y Omar (¡Alah le colme con sus dones escogidos!) tenía la costumbre de llevar un báculo en la
mano, y vestido con un traje agujereado y remendado en distintos sitios, recorrer los zocos y las calles de la Meca y de Medina, amonestando con severidad y con rigor, y aun castigando á palos en el acto, á los mercadercs que engañaban á los compradores ó encarecían la mercancía.
Un dia, pasando por el zoco de la leche fresca y cuajada, vió una mujer vieja que tenía ante sí á la venta varios cuencos de leche. Y se acercó á ella, tras de mirarla hacer durante cierto tiempo, y le dijo: «¡Oh mujer! guárdate de engañar en adelante á los musulmanes, como acabo de verte hacer, y ten cuidado de no echar agua á la leche.» Y la mujer contestó: «Escucho y obedezco, ¡oh Emir de los Creyentes!» Y Omar pasó sin más ni más. Pero al día siguiente dió otra vuelta por el zoco de la leche, y acercándose á la vieja lechera, le dijo: «¡Oh mujer de mal agüero! ¿no te advertí ya que no echa-