Ir al contenido

Página:Las mil noches y una noche v23.djvu/114

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
112
LAS MIL NOCHES Y UNA NOCHE

Y cuando llegamos y entramos en la morada de Ibn Ghamín, nos sentamos en la sala de reunión. Y en seguida apareció la Azul, vestida con una manteleta anaranjada y un soberbio caftan rosa. Y creímos ver el sol ígneo alzándose entre la cabeza y los pies de la deslumbradora cantarina. Y la seguia la joven esclava que llevaba la tiorba.

Y la Azul cantó, bajo mi dirección, por un método nuevo que yo le había enseñado. Y su voz era rica, grave, profunda y conmovedora. Y en un momento dado, su amo se excusó con nosotros, y nos dejó solos, á fin de ir á dar órdenes para la comida. Y Yezid, arrebatado su corazón de amor por la cantarina, se acercó á ella, implorándola con la mirada. Y ella pareció animarse, y sin dejar de cantar, le dió la respuesta en una mirada. Y enervado con aquella mirada, Yezid buscó con la mano en su vestido, sacó dos perlas magníficas que no tenían hermanas, y dijo á Salamah, que dejó de cantar por un momento: «Mira, ¡oh Azul! Estas dos perlas han sido pagadas por mi hoy mismo en sesenta mil dracmas. Si tú quisieras, te pertenecerían.» Ella contestó: «¿Y qué quieres que haga para complacerte?» Él contestó: «Que cantes para mí.»

Entonces Salamah, tras de llevarse la mano á la frente en señal de aquiescencia, templó el instrumento, y cantó los versos siguientes, compuestos por ella música y canto, con el ritmo graveligero y primero, que tiene por tónica el tono simple de la cuerda del dedo anular: