Y tras de contar así esta historia de la infortu- nada adolescente, el joven rico dijo á sus conmovi- dos oyentes: «Escuchad ahora, como otra manifes- tación de los decretos inexorables del Destino, la historia del Collar fúNEBRE.» Y dijo: El collar fúnebre «Un día en que el califa Harún Al-Rachid había oido encomiar el talento del músico cantor Hachem ben Soleimán, envió á buscarle. Y cuando introdu- jeron al cantor, Harún le hizo sentarse delante de él y le rogó que le dejase oir alguna composición suya. Y Hachem cantó una cantilena de tres ver- sos con tanto arte y tan hermosa voz, que el califa exclamó, en el límite del entusiasmo y del arreba- to: «Has estado admirable, ¡oh hijo de Soleimán! ¡Alah bendiga el alma de tu padre!» Y lleno de gratitud, se quitó del cuello un magnifico collar enriquecido de esmeraldas y colgantes tan gordos como peras almizeladas, y lo puso en el cuello del cantor.
Y al contemplar aquella joya, Hachem, lejos de mostrarse satisfecho y alegre, nubló sus ojos con lágrimas. Y la tristeza anidó en su corazón é hizo amarillear su rostro...