pies de la joven y le besé las manos y la orla del traje. Y le dije: «¡Oh mi señora! soy tu esclavo, el comprado por tu generosidad. ¿Quieres aceptar mi hospitalidad? Y me cantarás la cantilena de Molaikah, y yo te la cantaré todo el día y toda la noche. ¡Oh! ¡todo el día y toda la noche!» Pero ella. me contestó: «¡Oh Ishak! conocemos tu carácter poco agradable y tu avaricia por tus composicio- nes. Si, sabemos que ninguna de tus discípulas ha recibido y aprendido de ti y por ti ni un solo can- to. Lo que sabes se lo has comunicado y enseñado por mediación de extraños, como Alawiah, Wahdj El-Karah y Mukhrik. Pero de ti directamente joh Ishak, celoso con exceso! nadie aprendió nunca nada. Luego añadió: «Por tanto, como sé que no eres lo bastante amable para tratarnos debidamen- te, es inútil ir á tu casa. Y puesto que deseas apren- der el aire de Molaikah, ¿para qué ir tan lejos? Te lo cantaré gustosa hasta que lo sepas.» Y entonces exclamé: «En cambio, ¡oh hija del cielo! yo ver- teré por ti mi sangre. Pero ¿quién eres? ¿Y cuál es tu nombre?»....
En este momento de su narración, Schahrazada
vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.